El origen de la denominación catalán-valenciano: un intento de superar el conflicto lingüístico en el País Valencià
La AVL propuso la fórmula para salvar la existencia de dos nombres reconocidos en los Estatutos y arraigados entre la ciudadanía
Valencia"Conciliar la realidad filológica con la realidad legal y sociológica valenciana". Éste fue el objetivo con el que en 2005 la Academia Valenciana de la Lengua (AVL) propuso el uso de la denominación catalán-valenciano que el lunes el PSPV reivindicó para frenar la estrategia secesionista de PP y Vox, que la semana pasada se reclamaron que el valenciano cuente con lo mismo "estatus de oficialidad" que el catalán, el euskera y el gallego en las instituciones españolas y europeas.
Aunque se trata de una fórmula que desde su aprobación ha sido muy poco utilizada, su adopción el 9 de febrero de 2005 supuso un paso fundamental en el compromiso de la institución con la reivindicación de la unidad del catalán. Tanto es así, que el acuerdo se produjo a pesar de que pocas semanas antes, el 22 de diciembre del 2004, Alejandro Font de Mora, el conseller de Educación, Cultura y Deporte del gobierno del PP, acudió a un pleno de la AVL para leer un comunicado del Consell en el que amenazaba con medidas legales y legislativas contra el organismo si se pronunciaba sobre el nombre de la lengua.
Las coacciones del ejecutivo que presidía Francisco Camps resultaron, sin embargo, estériles, y los académicos aprobaron un ya famoso dictamen dónde detallaban los motivos de su decisión. Uno de los principales era la necesidad de respetar que la denominación de valenciano es la "establecida en el Estatuto de Autonomía" y la utilizada "mayoritariamente" por la ciudadanía. También se aducía que la fórmula no evita "la conciencia de poseer una lengua compartida con otros territorios de la antigua Corona de Aragón". La resolución alertaba de que la existencia de dos denominaciones "igualmente legales, la de valenciano y catalán", puede generar "equívocos sobre la cohesión del idioma en algunos contextos, especialmente fuera del ámbito lingüístico compartido". Así pues, y con el objetivo de conjugar estas dos realidades, el documento optaba por el uso de la fórmula valenciano y, complementariamente, el de la doble denominación "especialmente" fuera "del ámbito lingüístico". Según la AVL, esta vía permitía armonizar "la dualidad onomástica de nuestro idioma con la proyección del mismo como una entidad cohesionada y no fragmentada".
La decisión consolidó la institución, que desde entonces contó con el apoyo de sectores políticos que inicialmente habían mostrado su desconfianza hacia el ente como el valencianismo político y la izquierda alternativa. También fue clave para que nueve años después la AVL aprobara una definición del valenciano que afirma que es "la lengua románica hablada en la Comunidad Valenciana, así como en Cataluña, las Islas Baleares, el departamento francés de los Pirineos Orientales, el Principado de Andorra, la franja oriental de Aragón y la ciudad sarda de Alguer, lugares donde recibe el nombre de catalán".
El compromiso de la institución con la unidad del catalán ha provocado que el Partido Popular se haya alejado progresivamente de la AVL –a pesar de ser la formación que la impulsó–, en un movimiento que esta semana se ha ampliado a raíz de unas declaraciones del conseller de Educación, José Antonio Rovira. Este político conservador cuestionó que la AVL tuviera "la verdad absoluta sobre el valenciano" y afirmó que considera lícito que "cada uno utilice al valenciano que crea conveniente".
"Ya sufrimos un secesionismo de facto"
Pese al deseo de sus autores, el paso del tiempo no ha consolidado una propuesta que algunos sectores ven con desconfianza, especialmente en Cataluña. Es el caso de la presidenta del Institut d'Estudis Catalans, Teresa Cabré, que esta semana ha expresado su temor para que la fórmula planteada por la Academia acabe sirviendo para "fragmentar el idioma". Cabré es partidaria de emplear la denominación "lengua catalana denominada valenciano en la comunidad autónoma valenciana".
Comparte estos miedos la académica de la AVL Àngels Gregori, que subraya la necesidad de vigilar el uso partidista que la derecha pueda hacer de la doble denominación. Sin embargo, la también escritora, defiende que las propuestas "de integración" son "fundamentales y un triunfo pensando en la pluralidad y la diversidad lingüística".
Uno de los que más beneficios ve es el sociólogo Vicent Flor, quien destaca que, pese a la imperfección de la fórmula, mejoraría la situación actual, que califica de "secesionismo de facto". Justifica esta afirmación por la existencia de dos denominaciones oficiales y su traslación a las webs de las instituciones españolas, pero también en las de multitud de empresas, y en otros ámbitos como los cajeros automáticos, donde los usuarios encuentran ya la diferenciación entre valenciano y catalán.
Para el académico de la AVL Brauli Montoya, el éxito de la doble denominación pasaría para que se utilizara también en Catalunya, lo que admite que es difícil. Sin embargo, recuerda cómo ya se puso sobre la mesa a raíz de la difusión de la Constitución Europea en 2004, cuando el gobierno valenciano pedía dos publicaciones diferenciadas. Entonces, el gobierno español de Rodríguez Zapatero resolvió la polémica publicando la versión propuesta por la Generalitat Valenciana con el visto bueno de la Generalitat de Cataluña, que la asumió como propia.
Preguntados ambos sobre si la mayoría de la sociedad valenciana aceptaría el nombre de catalán de forma independiente, Flor muestra su pesimismo dado que "la fórmula valenciano se ha consolidado a todos los efectos". También aduce la oposición frontal de una derecha que no cree que deje de instrumentalizar el idioma. "Son nacionalistas españoles y se trata de una práctica que les da votos", resume. Tampoco cree en esta vía Montoya, que considera que "la denominación de catalán a secas podría ser interpretada como no propia por la mayoría de los valencianos". De la misma forma, apunta que "la fórmula valenciano sí que se interpretaría como propia, pero tendría la desventaja de que sería interpretada como una lengua diferente al resto del catalán". Para el académico, por tanto, la solución pasa por la doble denominación.