Violencia sexual

El profesor de batería de Quart, condenado a 26 años de cárcel por forzar a cinco alumnos

La Audiencia de Girona asegura que se aprovechó de la "admiración" que despertaba entre los menores

BarcelonaSabía que sus alumnos eran adolescentes que le "admiraban" como músico y le respetaban como profesor y se "aprovechó" de esta "posición de poder" para hacerles tocamientos y forzarlos sexualmente. La Audiencia de Girona ha condenado a 26 años de cárcel al profesor de batería de Quart por los abusos sexuales –que cometió cuando la ley de delitos sexuales todavía diferenciaba entre ese delito y el de agresiones sexuales– a cinco alumnos entre los años 2009 y 2020. Las acusaciones pedían entre 43 y 48 años de cárcel para el músico, que sigue en libertad provisional.

Aunque durante la investigación del caso siempre había negado los hechos, en el juicio el acusado admitió que había mantenido sexo con cuatro de los cinco denunciantes, pero aseguró que las relaciones habían sido consentidas. Un argumento que descarta el tribunal, que considera que su declaración fue "calculada al milímetro" para intentar sortear una condena. Los magistrados creen que no es "casual" que el músico sólo negara los hechos en el caso del alumno que era menor de 13 años, la edad de consentimiento que marcaba la ley en el momento de los hechos, aunque ahora se sitúa en los 16 años. Por el contrario, los magistrados se creen el testigo de las víctimas, que arrastran secuelas por las agresiones.

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El patrón del pedófilo

La sala cree que el acusado se rigió por los patrones de conducta que habitualmente utilizan los pedófilos: "se ganan la confianza" de los menores pasando tiempo, "halagándolos" y haciéndoles "regalos". Cuando ya han roto esta primera barrera, comienzan "los juegos y las bromas sexuales", que poco a poco se convierten en tocamientos u otras prácticas sexuales y finalmente llegan "las intimidaciones y amenazas" para evitar que las víctimas expliquen lo que ocurre o " se culpen".

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Según la sentencia, el profesor de Quart ejecutó un "plan premeditado" que pasaba por todas estas fases: regaló una batería, clases gratuitas e incluso una katana a los denunciantes, a los que decía que eran "sus mejores alumnos" o que "tenían un gran futuro" en la música. Su estudio de grabación –explican los magistrados– se convirtió en "un espacio de libertad absoluta" para los adolescentes; un oasis donde podían fumar, beber o hacer lo que quisieran con quien ellos consideraban su "ídolo", la persona en la que querían "convertirse de mayores" y que a la vez les permitía lo que los padres normalmente vetan. Una atmósfera en la que el ahora condenado aprovechó para introducir prácticas cada vez más sexualizadas: de tocar la batería en ropa interior a preguntarles por sus primeras relaciones sexuales, hasta llegar a forzarlos.

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Los magistrados subrayan que el profesor nunca llegó a amenazar directamente a los alumnos si se negaban a satisfacer sus deseos oa intimidarlos para que no le denunciaran. No le hizo falta. "Si no accedían a lo que el profesor les hacía, se quedaban sin las clases de batería. Algo que, para ellos, significaba su futuro profesional; porque no sólo ser batería era el sueño de su infancia o juventud, sino que el propio procesado –una persona, recordemos, de acreditado prestigio en este campo– alimentaba constantemente ese sueño, diciéndoles que eran muy especiales y que les esperaba un gran futuro”. El tribunal recuerda que el acusado dejó de hablar con los denunciantes algunas temporadas para demostrarles enfado o les sometía a "chantaje emocional" diciéndoles que se sentía mal por lo que hacían, o que se planteaba suicidarse.

Cómo que era un referente para los jóvenes y su profesor, tenía una posición de "superioridad" respecto a los adolescentes, que acabaron asumiendo que el hecho de que los forzase era "el precio" que debían pagar "para conseguir su futuro soñado" , dice la sentencia.

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