¿Qué promesa te harás para 2024?

Hacer promesas ya no se lleva. Es demasiado comprometedor. Poca gente se hipoteca la vida por una idea, por un amor. Estamos en el reino del ir tirando, sin grandes objetivos: al fin y al cabo la mayoría piensa que el mundo es una catástrofe irreformable, un malestar continuo. Vivimos instalados en el descontento, hijos de las promesas que no hemos hecho. No nos las hacemos ni a nosotros mismos. Queda anticuado. Suena a juramento de sangre, a ruido atávico. La sociedad líquida en la que vivimos ha renegado de las ideas fuertes, de la moral de piedra picada, de las fidelidades a prueba de bomba. Si no te gustan mis principios, tengo otros, decía Groucho Marx. Hemos ido de un extremo a otro: de los idealismos del siglo XX al relativismo frívolo del XXI. ¿La alternativa es volver a los fanatismos ideológicos, religiosos, nacionales, al resentimiento y la venganza?

La filósofa Marina Garcés cree que no, que hay otro camino, y que podría consistir sencillamente en hacernos promesas sinceras, pero modestas que sean. Una forma de salir del fatalismo paralizador, del frustrante y prosaico presente, del no-futuro angustioso. "¿De qué futuro podemos disponer, si no nos atrevemos a prometernos nada?" Si no nos comprometemos con nosotros mismos, ¿cómo quieres que lo hagamos con los demás? Una pregunta muy parecida a la que encabeza este artículo es la que da inicio al breve ensayo El tiempo de la promesa (Anagrama), de la filósofa Marina Garcés, quien constata que hoy hemos sustituido promesas por proyectos de consumo, bienestar, éxito y placer, una "economía inflacionaria de la promesa vacía".

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Venimos de un pasado en el que "Dios prometió la salvación, el Estado construyó un cuerpo político bajo la promesa de protección y el capitalismo movilizó las aspiraciones individuales desde una promesa ilimitada de crecimiento y acumulación" . Pero hace ya tiempo que nos quedamos sin dioses, el estado del bienestar ha sufrido la estocada neoliberal y el capitalismo consumista exponencial ha topado con la crisis climática. Ésta es la realidad, ante la que Garcés hace tiempo que se ha prometido combatir el cinismo de la indiferencia. Y nos incita a que nos prometamos lo mismo.

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El primer paso es ahuyentar las falsas promesas. Las promesas banales de la publicidad y las propagandísticas de la política, es decir, del poder (Garcés nos recuerda lo retórico e ingenuo del "puedo prometer y prometo" de Suárez, tras el cual han llovido muchas y peores promesas incumplidas). En otro estadio, tenemos las promesas futuristas de la tecnociencia: la última, la Inteligencia Artificial algorítmica que, como los adivinos ancestrales, en lugar de prometer, calcula con los datos del pasado para predecir un futuro irreversible demasiado parecido a nuestro presente . No imagina, no sueña, no desea, no arriesga. Y luego están los inmigrantes del Sur Global que se agarran a lo que la autora define como "promesas zombi" con nombre de continente rico: Europa, América.

A diferencia de los proyectos y las falsas promesas, la promesa esencial "abraza la fragilidad del sujeto", dice Garcés a través de Ricoeur, y es, sobre todo, una "palabra dada" que enlaza pasado, presente y futuro, remarca la pensadora, que nos recuerda que Nietzsche decía que hacer una promesa y mantenerla es seguir queriendo lo que se quiso una vez, lo que implica tener una voluntad libre, una memoria de esa voluntad y el anhelo de abrazar el futuro incierto. "Todo el mundo puede ser rico en promesas", escribió Ovidio en su Arte amatoria. Pero en estos tiempos de crisis recurrentes incluso las sentimentales promesas del amor romántico, tan bellas, van de baja. Las promesas están en crisis.

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¿Las recuperamos, pues, sin cálculo? "La promesa es una obligación libre, o una obligación que nos hace libres. Éste es el sentido del compromiso, que literalmente significa «prometer con» o «prometer juntos»". "Allí donde no hay salida, la promesa es la puerta a un nuevo comienzo. Allí donde hay olvido, es la clave olvidada de un pasado común". ¿Cómo desafiaréis la incertidumbre del futuro? ¿Qué os prometeréis para este nuevo año 2024?