Las revelaciones del juicio del caso Rubiales
El juicio del caso Rubiales está resultando extremadamente revelador en muchos aspectos, más allá incluso del beso en boca a Jenni Hermoso que dio la vuelta al mundo. El desfile de testigos pone de relieve el acoso al que fue sometida la jugadora de fútbol para que dijera que el beso había sido consentido, unas presiones y coacciones que fueron en aumento, hasta llegar a la amenaza directa, y que pusieron a Hermoso en una situación emocionalmente límite cuando lo que debería haber estado haciendo era celebrar la consecución. Curiosamente, los principales implicados en esta operación de sitio fueron todos hombres, empezando por el propio Luis Rubiales y continuando por el entonces el entrenador de la selección, Jorge Vilda; el director deportivo, Albert Luque, y el jefe de comunicación, Pablo García Cuervo, que no dudaron en presionar al entorno familiar de Jenni Hermoso para conseguir sus objetivos. Escuchando el relato de los hechos, no puede hacerse más que valorar la integridad y la valentía de Hermoso para no sucumbir al chantaje y las presiones.
La clave, seguramente, debemos encontrarla en el apoyo que tuvo de sus compañeras, que decidieron cerrar filas con ella y defenderla de los ataques que estaba recibiendo de sus jefes directos en la Federación. El testimonio de este jueves de dos jugadoras como Alexia Putellas e Irene Paredes, que ya se habían enfrentado a la Federación de Rubiales para conseguir una mejora de sus condiciones laborales, es clave para entender por qué Hermoso pudo hacer frente en una situación muy difícil para ella. Este ejemplo de sororidad contrasta en extremo con la forma de actuar de los directivos de la RFEF, mucho más parecido a un clan mafioso que quiere autoprotegerse que a una institución deportiva. Por suerte, el machismo grosero de Rubiales quedó en evidencia ese mismo día cuando decidió celebrar el campeonato agarrándose los genitales ante la reina y medio mundo. Unas imágenes que también avergonzaron a todo el deporte español.
El ejemplo de estas deportistas que decidieron plantarse y, poniendo en peligro sus carreras, apoyar a la compañera, resulta altamente inspirador para todas las mujeres que se ven sometidas a situaciones de acoso en el trabajo. De alguna forma, el eco internacional del caso demuestra que hay un antes y un después. Ninguna mujer tiene por qué verse sometida a situaciones similares en su entorno laboral, y que hombres como Rubiales se crean con el derecho de comportarse de esta forma con deportistas de primer nivel demuestra la impunidad de que era norma hasta hace cuatro días.
Es probable que hoy día tanto Rubiales como el resto de implicados no sean conscientes de lo ocurrido. Escuchando declaraciones como la de García Cuervo, vemos que algunos todavía consideran a las futbolistas unas niñas malcriadas y desagradecidas que si han tenido éxito ha sido gracias a ellos. El juicio continuará en los próximos días, y la próxima semana será el turno del propio Rubiales. Pero sólo con lo visto hasta ahora ya se puede decir que este juicio era muy necesario y que pasará a la historia de la lucha por la igualdad real.