La excursión

Seis santuarios gerundenses con vistas espectaculares donde dormir y comer

Siguen atrayendo turismo religioso además de lo deportivo, lúdico y gastronómico

GeronaEstán en emplazamientos privilegiados y encaramados a cierta altura, algunos a más de mil cien metros, y todos tienen unas vistas magníficas. Los santuarios religiosos siempre han sido un polo de atracción para miles de visitantes que suben por diversos motivos. Ciertamente, cada vez son menos los religiosos, aunque este carácter no se ha perdido ya todos se siguen haciendo encuentros, romerías y suben peregrinos. Pero también va mucha gente para hacer una escapada, comer o pasar el día.

En Girona actualmente hay siete santuarios que ofrecen servicios de restaurante y bar, y seis de ellos también de hospedería. Tres son propiedad del obispado de Girona -los Ángeles, la Salud de Terrades y la Salud de Sant Feliu de Pallerols-; tres del obispado de Vic -Montgrony, el Coll y el Far-; y la Virgen del Monte, que lo gestiona un patronato creado en 1964 por el obispo Narcís Jubany. Por ahora, lo único que no ofrece servicio de hospedería es el de los Àngels, pero el obispado de Girona prevé reabrirlo próximamente, aunque todavía no se sabe cuándo será.

Los Ángeles

El de los Àngels, en el término municipal de Sant Martí Vell, es el más cercano a Girona. Desde hace un año tiene nuevos arrendatarios que, poco a poco, lo están remontando. “Veníamos de unos años de una gestión compleja del santuario y ahora debe revertirse una etapa que no acabó de ir bien. Pero desde hace un año todos los comentarios y las valoraciones en redes sociales son positivos”, explica Genís Sastregener, de la Fundación Sant Martí, que gestiona el patrimonio inmobiliario del obispado de Girona. “Ofrecemos desayunos de tenedor, menú los días laborables y los fines de semana, y las vísperas tapas. Nuestra publicidad es el boca a boca y cuesta, porque cuesta bastante, pero progresivamente notamos que viene más gente”, añade Edgar Pérez, encargado de la restauración del santuario. “Los Ángeles, por un lado, está muy cerca de Girona y al mismo tiempo un poco demasiado lejos. Para la gente de Girona, subir a los Ángeles para una escapada de fin de semana o de tres o cuatro días está demasiado cerca, y para subir a comer un poco demasiado lejos”, señala Sastregener.

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La Salud de Terrades

Los actuales arrendatarios del santuario de la Salud de Terrades están ahí desde hace cinco años y han hecho algunas mejoras, como un pequeño spa y una sauna. Una característica de todos los santuarios es que su oferta de restauración está basada en la cocina tradicional catalana. En Terrades también, además, desde hace unos meses han incorporado a la carta algunos platos más sofisticados. "La oferta gastronómica es variada, cocina catalana y mediterránea, con platos con más elaboración y un menú el domingo que tiene muy buena acogida", explica Elisabet Bigas, responsable del santuario. La hospedería, once habitaciones todas con vistas, les funciona muy bien, tanto con huéspedes del país como europeos. Algunos, que viajan al sur de la Península, hacen parada y honda tanto en la ida como en la vuelta. “No tenemos mucho turismo religioso, puede haber alguno, pero sobre todo tenemos mucho cliente europeo: franceses, neerlandeses, italianos, etcétera -añade Bigas-. También mucha pareja joven que viene caminando y quiere un sitio tranquilo, e incluso algún escritor, que busca la tranquilidad necesaria para trabajar”.

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El Faro

La división eclesiástica no se corresponde con la provincial y por eso el obispado de Vic tiene tres santuarios en las comarcas gerundenses. El del Faro, en el término de Susqueda, es el que lleva más tiempo gestionando una misma familia, concretamente cincuenta y cuatro años, desde 1970. Isabel Casas ya rodeaba por el santuario de pequeña y se acabó casando con el hijo pequeño de la familia que lo gestionaba. "La forma de llevarlo no ha cambiado en este más de medio siglo, es un trato muy familiar", dice. Llevan el restaurante y la hospedería, que consta de diez habitaciones y que sólo tienen abierta los fines de semana y los meses de julio y agosto. El restaurante está abierto once meses al año. En estas décadas han visto cómo el turismo ha cambiado muchísimo. “Como hay muchas posibilidades de hacer senderismo por los alrededores, recibimos a muchos visitantes que vienen a hacerlo -añade Casas-. También algunos por ser una zona de culto, aunque los retiros espirituales se han perdido bastante. Y mucha gente viene a descansar y busca sitios tranquilos”. Principalmente reciben turismo catalán y también los suben muchos franceses.

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La Salud de Sant Feliu de Pallerols

No muy lejos del Faro está el santuario de la Salud de Sant Feliu de Pallerols. Hace nueve años y medio que le regenta Francesc Tayant y la valoración que hace de estos años es regular. “Los primeros cuatro años las cosas fueron mejor que ahora. La cóvid ​​hizo mucho daño y aún hemos tenido un par de malos años más, como el pasado”. Hasta ahora han cerrado dos meses al año, pero a partir del próximo quieren tratar de tener abierto todo el año y hacer las vacaciones por turnos. Tayant conoce mucho el mundo de los santuarios porque sus padres han traído al Far y Montgrony, él se ha criado allí y tiene un punto de vista bastante crítico con el funcionamiento: “Aquí somos dos bandas: yo que lo gestiono y el obispado. El obispado a veces es cómo se quedara un poco alejado. Aquí es un mundo más complicado y por resolver según qué cosas a veces se tarda tres o cuatro meses”. Asimismo, se muestra poco optimista con el futuro de los santuarios: “Los que están en puntos más alejados, lo que preveo por dentro de unos años es que el obispado o se les quitará de encima o la persona que haya no pagará, sino que tendrán que pagarle”, opina Tayant. Sin embargo, no se plantea tirar la toalla. “Los peregrinos siguen viniendo, son los que vienen más entre semana, los que tienen devoción por la Virgen y quizás sólo hacen un corte o compran un recuerdo, pero esta gente también nos da vida”, dice.

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Montgrony: también santuario de escaladores

En cambio, Janina Pérez Clotet, que desde noviembre lleva el santuario de Montgrony, en el término de Gombrèn, está muy satisfecha de la respuesta de la gente en estos primeros meses. “Montgrony es muy importante para la gente de Castellar de n'Hug, Gombrèn, La Pobla de Lillet, Ripoll y Campdevànol y trabajamos mucho. El problema es encontrar personal, pero no es un problema que me encuentre sólo yo, es general”, dice. "Estamos en un momento en que la gente valora mucho el tiempo libre y trabajar en el ramo de la hostelería lo hace muy complicado para gestionar con la familia, porque vas al revés de la gente", añade. Montgrony es también un auténtico santuario para los escaladores. “A finales de los ochenta empezaron a equiparse las paredes de Montgrony. Era de los pocos lugares de Catalunya donde había vías equipadas y por eso venía gente de todo el mundo y sigue viniendo. Es un colectivo muy importante para el santuario. Ahora, sólo es para escaladores con cierto rodaje. Las paredes que existen no son para principiantes” explica Pérez Clotet.

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El Cuello

También Dolors Regolta empezó a llevar el santuario del Coll, entre los municipios de Susqueda y Osor, el pasado noviembre, después de que estuviera cerrado desde la cóvida. Nunca ha llevado ningún santuario, pero había trabajado en el ramo de la hostelería y siempre ha sido muy aficionada a andar, por lo que ha visitado muchos santuarios. “Estoy muy animada y convencida de que irá bien. Es un lugar idílico, fantástico, que conozco de por vida porque mi padre tenía casa en Susqueda. Y aquí espero estarme diez años”, dice Regolta, que añade que todos los productos que ofrecerá en el restaurante serán del valle de Osor.

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El Monte

Situado en el término actual de Albanyà, probablemente sea el santuario más emblemático de las comarcas gerundenses. Se tiene constancia desde principios del siglo XIII y que mosén Cinto Verdaguer hiciese dos estancias a finales del siglo XIX -en 1884 y 1885- y escribiera una parte del poema Canigó hace que la mayoría de catalanes que conozcan su marca. “Los catalanes, aunque suban por una motivación deportiva, saben de la presencia de Verdaguer. Les llama la atención y se hacen la foto en la habitación donde se hospedó”, dice Esaú Rodríguez, actual arrendatario. “Soy geólogo y vengo más de la parte de divulgación científica y, aunque el santuario hace una tarea muy buena de documentación y actividades, creo que podría hacer más énfasis con paneles informativos y con visitas autoguiadas porque este espacio tiene mucha historia ”, añade. Sólo lleva seis meses y, por tanto, quiere esperar al año para hacer balance. “Entre la clientela tenemos de todo. Existe lo habitual del santuario porque es un santuario con mucha trayectoria, gente con una dimensión más espiritual y religiosa que fundamentalmente sube con las romerías, y gente que sube también porque es un lugar atractivo. También vienen muchos deportistas. Suben muchos ciclistas y están muy agradecidos de llegar aquí y poder tomar algo tan básico como un agua o un refresco”. Una de las realidades del santuario del Monte -que no lo es de todos los santuarios, sólo de algunos- es que todo el género y las bebidas deben subirlo y bajarlo los arrendatarios, también los residuos. “Absolutamente todo. Incluso el agua para la cisterna y abastecer a los sanitarios si hay sequía”, dice Rodríguez. Para ellos -le lleva con su mujer Silvia Marí y su hija, Llum Rodríguez- no es la primera experiencia de regentar un hostal restaurante en un entorno poco poblado ya más de mil metros de altura, porque llevaron uno en un parque natural, entre las provincias de Guadalajara y Teruel, donde se puede alcanzar veinte grados bajo cero. “Era una antigua casa señorial que había sido subsede de la Inquisición, todavía hay unos gajos. Lo compró un ayuntamiento, lo restauró y es casi un servicio público. A veces acogíamos a gente que había quedado atrapada por nevadas o trabajadores que, si no, no tenían sitio para alojarse”.

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En el Mont no ofrecen un menú como sí hacen otros santuarios porque no tienen suficientes visitantes, pero se puede comer a la carta por entre 25 y 35 euros. Sólo lo hacen cuando hay alguna romería a 25 euros, que es el precio aproximado de los menús de todos los santuarios consultados.