La gran sequía

El Ter agoniza por la reducción de los caudales mínimos ecológicos

La Generalitat ha rebajado el caudal del río gerundense por debajo del umbral que garantiza la supervivencia de la biodiversidad

GironaEn muchos ríos y rieras de Cataluña, a lo largo de su curso natural desde las montañas hasta el mar, hace meses que cada vez baja menos agua, con algunos tramos estancados, corrientes escasas o segmentos totalmente secos. Se secan por la evidente falta de lluvias que deberían nutrir las cabeceras, pero sobre todo porque, en tiempos de sequía extrema, la demanda del consumo humano para abastecer a las necesidades de la población es superior a la capacidad de los cursos fluviales de regenerarse.

Si baja tan poca agua, los peces mueren, los ecosistemas se estropean y la supervivencia de la biodiversidad se pone en peligro. Por eso, cada cuenca fluvial tiene, por ley, un caudal mínimo ecológico que las captaciones humanas no pueden rebajar. Ahora bien, en la urgencia de las fases de alerta y emergencia por sequía, la Generalitat de Catalunya se ha visto obligada a sobrepasar estos topes y reducir notablemente los litros por segundo que alimentan la fauna y la flora hídrica.

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En las comarcas gerundenses, a raíz del acuerdo del Gobierno del 16 de enero, en el río Ter, desde el Pasteral hasta la Garganta, está permitido estirar agua de manera progresiva hasta dejar el río a 600 l/s, a pesar de que el mantenimiento ecológico fijado debería ser de 5.500 l/s en situación de normalidad. Es decir, es nueve veces inferior al caudal mínimo fijado. Y en la Muga, que desde Pont de Molins hasta el mar debería bajar a 1.200 l/s, se ha reducido drásticamente el caudal hasta los 40 l/s. Son 300 veces menos. Entidades ecologistas critican duramente esta gestión de la Agencia Catalana del Agua (ACA) y piden compatibilizar el aprovisionamiento del agua de boca de los ciudadanos con el mantenimiento de la biodiversidad.

El Ter, sobreexplotado por Barcelona y la Costa Brava

Las reivindicaciones por el mantenimiento del caudal mínimo en el Ter son una lucha ecologista histórica en las comarcas gerundenses, desde la construcción de la presa de Sau y Susqueda, que desvía parte del recurso al área metropolitana de Barcelona. Desde 2017, este traspaso de agua se ha contenido y en 2023 la transferencia hacia la capital ha sido de 95.000 millones de litros de agua, la cifra más baja de la historia. Pero es igualmente importante para contribuir al estrés hídrico del río en su paso por la demarcación de Girona, dada la poca precipitación acumulada de este año.

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"No creemos en los topes que marca la ley porque la ACA siempre los ha ido incumpliendo; es más un tema más de criterios y prioridades, porque se ha hecho crecer una gran ciudad [Barcelona] en un lugar sin agua suficiente para a tanta gente sin pensar cómo condicionaría el entorno", dice Pau Masramon, de la plataforma Aigua es Vida de Girona. Y concluye: "Con esta reducción de caudales, se están extinguiendo muchas especies, algunas en peligro de extinción, cuando el río todavía no se ha rehecho de la sequía del 2008; es dramático, un certificado de defunción anunciado, sin hacer demagogia ni ganas de decirla gorda".

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Para Aigua és Vida, sin embargo, el trasvase hacia Barcelona no es el único peligro que amenaza la supervivencia del Ter, ya que, en su paso por Girona, el río no sólo debe abastecer a la capital gerundense y sus alrededores, sino también a las necesidades de los pueblos de la Costa Brava, con una alta demanda de agua por el turismo durante el verano. Así lo estipula el convenio firmado entre el Ayuntamiento de Girona y el Consorcio de Aguas de la Costa Brava (CCB), que acuerda realizar un uso compartido del recurso. Desde 2012, este convenio permite extraer entre las dos administraciones 1.380 l/s del río, una cifra que supera en un 40% el tope de 1.000 l/s establecido por la ley del Ter de 1958. "El caudal está por debajo de la garantía y el volumen de extracción por encima de la ley. Necesitamos que se revoquen las concesiones, no que se mantengan o se den nuevas", concluye Masramon.

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Los ríos, las arterias del medio natural

Sin agua en los ríos se pierden los ecosistemas de fauna y flora que habitan en el medio hidrológico, así como los bosques y árboles de ribera. "Hemos corroborado con muchos estudios que, cuanto más se reduce o seca artificialmente el caudal de un río, menos composición y abundancia de invertebrados o peces autóctonos como el bagre, la espinilla de montaña, la anguila o la trucha sobreviven ", explica Emili Garcia Berthou, catedrático de ciencias ambientales de la Universidad de Girona. "Sabemos que, como los humanos tiramos de mucha agua del río, ahora mismo muchos tramos tienen menos agua de la cuenta y eso altera directamente la colonización de las especies en el ecosistema", certifica. "Un río es un corredor de vida, una parte importantísima del ecosistema, y ​​si se empobrecen nuestra calidad de vida baja, ya que los ecosistemas no son sólo los pájaros y las plantas, sino que las personas también formamos parte de ella ", concluye Masramon.

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Para intentar mitigar los efectos de la reducción forzada de los caudales por la emergencia de sequía, la ACA, dos veces a la semana durante seis horas, aumenta el ritmo de liberación de agua de los embalses, para hacer crecer el flujo de los ríos 300 litros por segundo.

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Denuncia contra la Generalitat

A raíz de la situación crítica en las cuencas fluviales catalanas, Ecologistas de Catalunya ha denunciado a la Generalitat de Catalunya ante la Fiscalía por un presunto delito contra el medio ambiente. "El acuerdo del Gobierno del 16 de enero afirma que la reducción de caudales no debe repercutir en la biodiversidad, pero tenemos pruebas infalibles de que, con los topes que han aprobado, hay tramos secos que evidencian el incumplimiento de esta premisa", afirma Joan Vázquez, presidente de los Ecologistas de Catalunya. "En el caso extremo de una sequía muy prolongada se pueden recortar caudales, pero nunca eliminar la vida biológica tal y como se está haciendo", certifica.

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Los ecologistas consideran que, tras la necesidad de abastecer el agua de boca, la segunda prioridad debe ser mantener el ecosistema de los ríos, por delante de la actividad económica de los sectores que necesitan agua para producir. "Es un disparate, hay que planificar con tiempo la gestión hidrológica para no llegar a tener una demanda superior del recurso disponible; es necesario reducir consumos en la industria y el turismo, con reducción de la actividad o cierre temporal y compensaciones económicas, tal y como se hizo, por ejemplo, con la covid. La situación es igual de grave", argumenta Vázquez.

Con el mantenimiento de los caudales ecológicos de los ríos como lema principal, a primeros de abril, las 34 entidades de toda Cataluña que se reúnen periódicamente en las cumbres sociales por la sequía han convocado una manifestación en Girona que prevén multitudinaria.

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La Muga, "tocada de muerte"

Si la reducción de caudales en el Ter ya es considerable, el caso de la Muga es especialmente dramático, ya que ha sufrido una disminución drástica del 96% de la corriente, de 1.200 a 40 l/s en distintas sucesiones. Según la plataforma Iaeden - Salvem l'Empordà, un cuarto de los tramos del río después del embalse de Darnius-Boadella están totalmente secos: "Antes de la reducción, los límites por segundo ya eran insuficientes para el ecosistema fluvial, pero ahora ya es la estocada de muerte definitiva: el 25% del río es seco, se pierde la conectividad en los distintos estanques y la fauna se queda atrapada", alerta Arnau Lagresa, portavoz de la entidad. Y añade: "Si no se pone soluciones, las consecuencias serán irrecuperables, ya que para recuperar el ecosistema no es tan fácil como que vuelva a llover, existen índices de calidad de flora y fauna que no rebrotan".

Lagresa también señala que, si la Muga baja tan seca, no se infiltra suficiente agua en los pozos subterráneos y el agua de mar gana terreno para avanzar tierra adentro: "Como tenemos los acuíferos de la costa cada vez más vacíos, 'agua de mar entra y saliniza estas reservas imprescindibles', manifiesta. Para los ecologistas ampurdaneses, también hay que poner la preservación del medio ambiente por encima de los intereses económicos del Alt Empordà: "No puede ser que sigamos apostando por el turismo o por empresas del sector cárnico que, con unos 500.000 cerdos censados, consumen el doble de agua que toda la población de la comarca", concluye Lagresa.