De Tivissa en el podio del vino

"Tenía ganas de despertar en casa y recoger a mi hija. Después del veredicto, me fui. Lo celebramos más adelante en Sanlúcar de Barrameda y en el Puerto de Santa María, en el Tohqa". Eloi Cedó, ingeniero técnico agrícola y enólogo, es una de las voces más clarividentes del movimiento del vino natural. Nacido en Tivissa, en 2023 gana en Madrid el concurso de cata por parejas de Vila Viniteca con el sumiller Nacho Martínez. Este año están en la lista de espera; en tres minutos se agotaron las entradas por la 17ª edición que se celebra en marzo. 135 parejas concursantes y 50.000 euros de dotación económica entre ganadores y finalistas. Cedó destinó el dinero a "la sacudida de hacienda de ese año ya la declaración de la renta del siguiente. A tapar agujeros ya vivir". Es sincero. Cuida el lenguaje. Viene de una familia humilde de la Ribera de Ebro: "No hay romanticismo en mi dedicación al vino, sino un paisaje de viñedo y un sindicato agrícola en horas bajas".

"Con Nacho no nos entrenamos juntos. Vivimos en Barcelona y en Mallorca y cuando nos vemos nos dedicamos a disfrutar más que a probar a ciegas. Hemos participado cinco veces en el concurso y lo más importante es el metapensamiento. Vale la primera intuición, el diálogo y creer más en la opinión del otro que en la opinión." No niega que el escenario impone, sobre todo cuando los acoge la Lonja de Barcelona. "Sé que voy a probar vinos que me van a gustar mucho, pero no son estilísticamente los que me llenan", advierte en referencia al concurso. Conviven paladares variados. Matiza el suyo: "Me gusta beber de todo mientras se me dice la verdad. Pido transparencia al vino. Quiero botellas discursivamente coherentes. Me llenan los vinos de regiones con parámetros que yo no tengo, como Jura, Loire y muchos de Italia". Forjado en vendimias en el Nuevo y Viejo Mundo y en los dos hemisferios, su injerto actual está en las Islas. "El mundo del vino es holístico, he tenido que desaprender muchas cosas a lo largo de los años. La academia es necesaria y nunca renunciaré a ello, pero cada factor que interviene en el proceso de elaboración se puede leer desde un prisma diferente". Hace vinos francos, sin maquillaje, que muestran claramente la añada. "Y nuestra viabilidad depende de eso. Sé que haré cosas que nunca he hecho, todavía. Continuaré en la radicalidad de la elaboración, pero investigando nuevos caminos". Hoy, lo hace desde el vivero de bodegueras de Cati Ribot, en Santa Margalida, donde comparte talento y confianza con otros cinco elaboradores. "Te quieren por lo que eres y no por lo que haces", espeta. Pero él también elogia el aprendizaje de Òscar Navas, Laureano Serres y Joan Anguera: "Son viticultores que me han cambiado la vida y me hacen volar la cabeza".