Hablemos de dinero

Valentí Massana: "En el deporte profesional, la precariedad es absoluta"

El exatleta olímpico, ahora físico en el Sincrotrón Alba, explica su relación con el dinero

El exatleta olímpico Valentí Massana recuerda su infancia para explicar el origen de su familia: “Nací en Viladecans y mi padre tenía dos trabajos para mantenernos. Estábamos siete en casa y él era el único que trabajaba”. Desde pequeño, Massana empezó a practicar marcha atlética, una disciplina que se convirtió esencial en su carrera deportiva y laboral. "Me inicié en este deporte a través de la escuela, como otros muchos marchadores olímpicos, porque Viladecans ha sido la cuna de muchos atletas de este mundo", destaca.

Con 18 años, Massana se marchó de casa para ir a vivir al CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Sant Cugat, donde permaneció hasta catorce años, ocho de ellos como interno residiendo: “De septiembre a junio vivía allí, salvo los fines de semana, donde competía o iba a ver a la familia, y los veranos que marchaba a entrenarme a Font-romeu”. Desde el primer momento, Massana convirtió al atletismo en su trabajo y podía vivir a través de becas y ayudas de instituciones: “Mi primer sueldo fue en 1987 con un premio de 375.000 pesetas por un podio en un campeonato europeo , lo recuerdo con mucho cariño”.

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Como atleta, Massana participó en tres Olimpiadas (Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000), pero también en campeonatos mundiales y europeos durante los años 90, en los que fue medallista varias veces. “Me lo tomaba como una profesión como cualquier otra, aunque también era mi pasión. No sabes hasta cuándo puede durar ese momento, pero fue mi vida profesional hasta la treintena”, explica.

A pesar de los éxitos deportivos, Massana reconoce que dedicarse al deporte de forma profesional también tiene un lado menos agradable: la precariedad y la inestabilidad económica. “Vivir del deporte es sobrevivir; las becas son muy limitadas y las debes ir renovando año a año. Yo estuve en esta situación catorce años de mi vida y las asignaciones que me correspondían me las pagaban cada tres meses. Por tanto, tenía que tener mucho cuidado y administrarme yo mismo porque no tenía un sueldo cada mes”, declara el atleta.

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Massana también detalla que, en su caso, el hecho de vivir interno en el CAR le permitió reducir gastos personales como alimentación y vivienda durante un tiempo y ahorrar, pero que ésta no es la situación de muchos otros deportistas: unos años de ahorrar con la beca, pude comprarme un piso en Barcelona para vivir, pero ahora es una realidad imposible porque el precio de la vida ha subido enormemente, mientras que las becas no. Ahora no podría permitirme todo esto”.

Otra cuestión que impacta de lleno la vida laboral de los deportistas y las becas como las de Massana son las cotizaciones a la Seguridad Social: “Cuando eres joven y te dedicas al deporte no piensas en ello, pero luego ves que no sólo es inestable sino precario. Las becas acaban en algún momento y te encuentras con muchos años de vida profesional en frente todavía. La precariedad es absoluta, no tienes ningún tipo de derecho laboral y tampoco has estado cotizando”.

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Massana empezó a cotizar a los 33 años y explica que en un momento se encontró con una familia para mantener y sin recursos. “Cuando tenía 20 años me dedicaba al deporte con una ilusión enorme, pero después me encontré con una mano delante y otra detrás, y te genera mucha angustia la situación”.

Más allá del atletismo, Massana combinó los años en la élite deportiva con la universidad, donde cursó el grado de física: “El mensaje para los deportistas jóvenes es que los estudios son muy importantes para tener un proyecto de vida a largo plazo: si no, estás condenado al fracaso social y cuesta tener una vida después de retirarte. Hay un período de seis meses o un año de impasse hasta volver a encontrar tu sitio, si tienes suerte”.

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Dentro del campo de la física, Massana llegó hasta el doctorado y encontró en la ciencia una nueva salida laboral: “Entre los ratos de entrenamiento iba haciendo la carrera, era un trabajo de hormiga y tardé mucho más que el resto de los mis compañeros de facultad, diez años”. Una vez terminada la formación universitaria, empezó a trabajar como físico en el Sincrotrón Alba, donde ahora se dedica al diseño de los imanes del acelerador: “Llevo veinte años trabajando en el sincrotrón y, aunque es un contexto laboral muy diferente , intento aplicar la misma perseverancia y paciencia que el deporte me aportó”.