La venganza de Raquel Sánchez Silva
La televisión veraniega se ha nutrido de los casos más sórdidos para sostener las audiencias durante las vacaciones. La muerte truculenta de Mario Biondo en 2013, el cámara de televisión casado con la presentadora Raquel Sánchez Silva, ha sido uno de los temas favoritos, propulsado por el estreno en Netflix de una serie documental coincidiendo con el décimo aniversario del deceso. Las últimas horas de Mario Biondo pretende investigar las causas de la muerte del personaje con la clara voluntad de eliminar las hipótesis de asesinato que la familia Biondo hizo crecer para acusar a la presentadora. Las productoras que firman el documental son responsabilidad del ex representante de Raquel Sánchez Silva. El hombre también actúa de testimonio en el documental: se convierte en su portavoz y una especie de hilo conductor clave. Raquel Sánchez Silva no aparece. Al final indican que fue invitada a intervenir pero que decidió no hacerlo, como si fuera ajena a la serie. Pero, a lo largo de los tres episodios, la versión y los intereses de la presentadora están perfectamente representados. Incluso al final aparece un misterioso mensaje romántico de despedida al difunto, desde las profundidades del mar, que solo puede ser de la presentadora. Sánchez Silva no sale, pero está ahí. Porque Las últimas horas de Mario Biondo no solo es un documental de parte sino también un acto de venganza. Incorpora generosamente a la familia Biondo y su perito con el fin de ponerlos en evidencia. Retratarlos como personajes ridículos y conspiranoicos, unos seres enloquecidos y despiadados. Todo sea dicho, la madre del difunto se lo pone muy fácil. Lo que mejor hace Las últimas horas de Mario Biondo es retratar la telebasura italiana.
El caso Biondo parece un caso más obvio y sencillo de lo que los medios siempre han querido representar con el fin de generar espectáculo. Y lo avalan las pruebas que muestran, la participación de un total de dieciocho jueces y ninguna condena. Pero la precaución extrema con Raquel Sánchez Silva y el relato naíf de su rol pone al descubierto el sesgo. Se evita entrar en la frivolidad en las redes sociales de la presentadora horas después de la muerte de su marido y su primera entrevista, donde aprovechó el impacto mediático para anunciar un teléfono móvil en medio de la exclusiva.
La serie ha hecho que los magazines matinales y otros espacios de chismes recuperen el caso y sigan recordando los episodios más lastimosos de la presentadora. En este sentido, la producción ha sido un disparo en el pie en toda regla.
La utilización del género documental como herramienta para enaltecer una supuesta verdad interesada y una limpieza de imagen hace tiempo que se impone. Además, en plena eclosión del true crime, toda oportunidad es buena para conmemorar cualquier truculencia. Antes de que el true crime sobre tu historia te lo haga otro, mejor hacértelo tú mismo a medida. Las últimas horas de Mario Biondo quizá le ha servido a Raquel Sánchez Silva para confirmar a todo el mundo su inocencia. Pero todo vuelve a tener efluvios de oportunidad comercial encubierta, esta vez con el apoyo de Netflix.