Barcelona

"Para vivir aquí no es necesario el catalán, pero es que tampoco el castellano"

Los trabajos digitales y una ciudad turística y con el catalán en retroceso permiten a los 'expats' vivir en una burbuja de inglés

BarcelonaEl idioma oficial de la compañía multinacional en la que trabaja Camille es el inglés. "Las empresas tech solo te piden inglés y si hablas alemán, mejor. Realmente no necesitas el catalán, pero es que tampoco el castellano, para vivir aquí. El Born está lleno de gente que sabe solo dos palabras de castellano", afirma esta chica francesa. Ella lo habla bien porque trabaja para el mercado español. Llegó a Barcelona con un contrato de voluntariado remunerado para menores de 25 años y, después de nueve meses, la ciudad le gustó tanto que buscó trabajo. No le fue difícil. Desde hace dos años trabaja como gestora de cuentas para uno de los unicornios catalanes.

La gran cantidad de expats que están llegando a Barcelona tiene un efecto decisivo en el catalán, que es una lengua minorizada por el castellano. Ahora también por el inglés. Se ve en las cartas de los restaurantes y en la exigencia de idiomas de los currículums de las dependientas del centro de la ciudad. Hoy ya es posible que no te entiendan en catalán en Barcelona, pero sí en inglés. "A medida que el catalán deja de ser necesario, hay menos incentivo para que la gente lo aprenda. No somos conscientes del impacto que tendrá esto, de lo que vendrá. Es una cuestión demográfica", afirma la profesora de lingüística inglesa de la UAB Eva Codó, experta en lengua y movilidad.

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Cómo entrar en la burbuja

"He visto crecer la empresa, somos más de mil, y es gente joven con la que solemos salir", explica Camille. También ha hecho amigos haciendo deporte, por la aplicación Meetup y compartiendo piso. "En mi entorno hay gente de todos lados, sobre todo gente que ha venido a vivir a Barcelona como yo. Quizás haya algún catalán, pero en todo caso el catalán nunca es el primer idioma", afirma.

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"Cuando vas a un sitio nuevo conoces a gente que está en la misma situación que tú. Los de aquí ya tienen amigos de toda la vida. Los catalanes que conozco son a través de las parejas de los amigos", explica Andrzej Jarzyna. Él es polaco, había trabajado en Porto Alegre (Brasil) y vino para seis meses a una start-up del sector informático en el 2011. Se quedó cinco años, hizo un paréntesis en Zaragoza y regresó a la ciudad para establecerse: ahora trabaja como consultor de una empresa neerlandesa y se ha comprado un piso en Badalona con su pareja. "En el primer trabajo éramos catorce personas de trece países. En mi industria tienes que hablar inglés", confirma.

"Clásicamente se decía que, para integrarte de verdad, necesitabas acceder a según qué redes importantes, de amistades o de trabajo, pero los estudios sociolingüísticos demuestran que la integración ya no pasa por el catalán ni por el castellano. A medida que aumenta el número de gente que está aquí cinco o diez años, las redes son de extranjeros, hay unos mundos paralelos en los que hay poco contacto con gente de aquí y, si los hay, también hablan inglés", afirma Codó.

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"Autodenominarse expat ya quiere decir que quieres diferenciarte de los inmigrantes y de los vecinos de la ciudad. Yo no", afirma con un catalán impecable João Cruz, un portugués de 34 años que trabaja en diseño de producto digital. Llegó desde Ámsterdam para realizar una formación de meses antes de ir a trabajar a Lisboa y el trabajo se alargó. Siete años y medio. "Desde el primer día tuve la conciencia de que no quería entrar en la burbuja de los expats. Conozco a gente que está ahí y la percepción que tienen de la ciudad no es la mía. Son dos realidades que no se mezclan". Comenzó a hablar portuñol enseguida y aprendió catalán no por trabajo, sino "por empatía y respeto a los vecinos". "Se trata de no querer formar parte del problema, sino de la solución", dice este vecino de Gràcia que mantiene siempre el catalán en su día a día.

Cuestión de necesidad

Camille también lo estudió un poco, pero no tiene en ningún sitio donde practicarlo: "Me liaba con las dos lenguas y, por falta de práctica, lo dejé. Ahora que tengo fluidez en castellano me parece que sería ir atrás en la comunicación con la gente, me frustra no poder expresarme bien y me da vergüenza", explica. A Andrzej le ocurre lo mismo a la hora de encontrar entornos para poner en práctica el catalán. Y no es que no le interesen los idiomas: además de polaco habla inglés y castellano, algo de ruso y catalán, y ahora empezará el francés. "A menudo los repertorios lingüísticos [de los expats] son patchworks. Tienen una lengua franca que es el inglés y el resto de idiomas los saben en función del tiempo que han estado en un país y los tienen distribuidos funcionalmente: con el inglés trabajan y el resto depende de para qué los necesitan", explica Codó.

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Y el catalán lo necesitan poco. Uno de los deberes pendientes del Govern es implicar al empresariado en el fomento del catalán más allá del comercio, también entre trabajadores cualificados del mundo tecnológico. Pero, además, el catalán tiene la dificultad añadida de que los extranjeros lo escuchan poco en el comercio, en la calle, en los bares. João aprendió castellano haciendo vida normal y con el catalán tuvo que buscar recursos. "La gente te cambia al castellano cuando se dan cuenta de que eres de fuera", lamenta. La profesora de la UAB admite que, en el contexto actual, hacer "que el catalán sea necesario [para los expats] es complicado, pero como mínimo se puede hacer presente". Y apunta una estrategia: "No escondamos la lengua, utilicémosla desacomplejadamente, que nadie se ofenderá".