Del diesel al eléctrico: la revolución en marcha

Analizamos el proceso de implantación del coche eléctrico en nuestro país, un complejo poliedro político, económico y social

28/11/2025

Hace quince años, el 71% de los coches que se vendían en el mercado español funcionaban con un motor diesel. Durante la primera mitad de este 2025 el porcentaje de coches nuevos impulsados ​​por un motor diésel es de tan sólo el 5,2%, mientras los coches totalmente eléctricos han alcanzado una cuota de mercado del 7,95%, los híbridos enchufables ya representan un 11,45% del total, y quedan a mucha distancia de los de la cuota del mercado. Todos los expertos coinciden en que esta tendencia no hará sino crecer gracias al aumento de la oferta de los vehículos híbridos, híbridos enchufables y eléctricos, ya unos precios cada vez más competitivos.

Durante estos tres lustros, el cambio de paradigma en la electrificación de la industria automovilística ha sido absoluto. De hecho, en toda la historia de la automoción nunca se había producido un cambio tan radical en tan poco tiempo. Si en 2010 hubiéramos podido observar por el agujero de la cerradura cuál sería el escenario actual, nos habría costado mucho creer.

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El proceso de transición hacia el coche eléctrico ha tenido dos momentos primordiales que explican su aceleración: la crisis del Dieselgate o fraude de las emisiones del grupo Volkswagen en 2015 y el estallido de la pandemia del coronavirus en 2020.

El primer factor hizo que las instituciones comunitarias se sintieran engañadas por los grandes fabricantes europeos, que habían hecho del diesel el principal hecho distintivo de la industria continental, propiciando que el grupo Volkswagen, líder automovilístico en el Viejo Continente, impulsara –quién sabe si con la fe del converso– el proceso de electrificación de toda su gama. Este proceso fue también favorecido por las nuevas normativas ambientales comunitarias, mucho más severas y restrictivas, y por los nuevos ciclos de homologaciones de consumos y emisiones, más realistas y exhaustivos que nunca.

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El estallido de la pandemia del coronavirus fue el segundo factor que incidió directamente en el proceso de electrificación del automóvil. La crisis sanitaria estuvo acompañada de un cierre total de las fábricas en Europa, de la escasez de chips y semiconductores provenientes de China, mostrando hasta qué punto el sector industrial europeo dependía del gigante asiático. Por si fuera poco, las marcas automovilísticas chinas vieron una oportunidad para desembarcar en Europa y hacerse fuertes en el segmento del mercado de los vehículos urbanos electrificados a través de marcas como BYD, MG o el grupo Geely con Ebro, Omoda o Jaecoo, entre otros.

Precios por encima del poder adquisitivo

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Al mercado europeo le ha costado mucho recuperar el ritmo de matriculaciones anterior al año 2020. El principal escollo encontrado por los compradores ha sido, sin lugar a dudas, el precio de compra de los vehículos nuevos. Estudios recientes apuntan a que el sueldo medio en España ha crecido un 27% entre los años 2010 y 2025, pero el precio de los coches nuevos ha subido un 77% debido al encarecimiento de las materias primas, los nuevos sistemas de seguridad obligatorios y la amortización de las nuevas plataformas electrificadas. Un coche familiar con siete plazas generalista como el Peugeot 5008 valía unos 21.000 € en el 2010 y hoy cuesta 41.000. Un vehículo utilitario sencillo como un Seat Ibiza o Renault Clio de 100 CV costaban unos 11.500€ en 2010, mientras que ahora las versiones con esta potencia difícilmente bajan de los 22.000.

Este incremento ha impactado sobre todo a los compradores de menor poder adquisitivo y los ha empujado a los modelos de segunda mano en buen estado, lo que de rebote ha encarecido a los vehículos usados. El bajón de la demanda de coches nuevos ha hecho que los grandes fabricantes europeos hayan recortado su producción, ajustando las plantillas e iniciando procesos de fusión como las del grupo Stellantis, que integra marcas históricas como Peugeot, Citroën, Fiat, DS, Lancia u Opel, entre otros.

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El futuro de la electrificación

Sea como fuere, el futuro de la automoción será eléctrico o no será, pero el proceso de transición no será tan rápido como hubieran deseado las administraciones. Mientras la red de carga y las infraestructuras no estén realmente dimensionadas y adaptadas a las necesidades de los ciudadanos, el público no dará masivamente el paso y todavía veremos un período de tiempo más o menos largo (de unos diez o quince años) en el que los vehículos de combustión –especialmente los híbridos e híbridos enchufables– convivirán con los eventuales. La clave de vuelta para la implantación del coche eléctrico pasa por los pequeños coches urbanos de precio razonable y potencia modesta, más que por potentes berlinas o todo caminos con grandes autonomías y precios elevados.