Ada y Greta 'sur mer'
Sabe mal que la flota esta, con Greta Thunberg y Ada Colau a bordo, haya tenido que volver a puerto por mala mar, pero es que un naufragio no habría sido muy edificante. Se entiende que quieran que el barco salga en la foto, para intentar remover conciencias (un gesto del todo inútil), y es por eso, supongo, que no han abortado la misión desde el principio. La intención es buena. La causa de Gaza es, en estos momentos, un genocidio planificado, para matar de hambre con total eficacia a adultos y niños (no digo animales porque, sin quererlo saber, ya sé que los más afortunados se los han comido, como en cada sitio). Lea en el ARA, si no lo ha hecho (este verano todos mis chats de contactos se hacían eco), el diario de la escritora y traductora palestina Sondos Sabra.
Pero no me parece una buena idea que esta flota, pese a las buenas intenciones, lleve a activistas mediáticos a bordo, porque no se entiende qué hacen. Ada Colau tiene la extrañísima virtud de permanecer como alcaldesa. Coges un taxi hoy y el conductor, ante unas obras de Collboni, exclama: "Coño de Colau!" Pase lo que ocurra en Barcelona, ya será para siempre culpa de ella. De Greta Thunberg, aquella chica que va con gorra y trenzas, y que con ojos inyectados en sangre y entre sollozos increpó a los mandatarios de la Unión Europea, se dice que puede arrastrar a los jóvenes de su edad. No es cierto. Como sabe todo creativo publicitario, si quieres vender lo que sea a un niño de diez años ponle un chico de quince al anuncio. Y si quieres vender lo que sea a un chico de quince, ponle un joven de veinte. Ninguna niña de la edad de Greta Thunberg quiere ser Greta Thunberg excepto los viernes, que protestaba por el planeta y se saltaba las clases, ante la emoción de sus padres-managers y mi estupefacción.