Aitana Bonmatí, deporte y ciudadanía

“Quería darle valor al catalán, que es mi lengua, con la que me expreso todos los días y en la que me expreso mejor, en un momento en el que me estaban viendo en todo el mundo. Es una lengua que quiero que se reconozca a nivel europeo, porque la hablan muchos millones de personas. Además, el catalán es mi lengua y tengo todo el derecho a utilizarlo”. Así comentó Aitana Bonmatí el uso del catalán en París, en el momento de recibir su segundo Balón de Oro (cuatro seguidas, con las dos de Alexia Putellas) de manos de la actriz Natalie Portman.

Retocando Pla, el catalán es un ser que se explica o, para ser más precisos, que siempre debe estar explicándose, sobre todo si se encuentra que debe elegir y elige el catalán. Tras oírla, cloacas de las redes han bajado llenas de las heces coloniales e imperialistas de las de siempre, pero Aitana ha vuelto a comportarse con coherencia con su identidad a pesar de saber que, dentro del mundo del show business del fútbol, ​​todo lo que escapa de la normalidad homologada puede costar contratos a futuro.

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Dentro de la relativa justicia que hacen los premios individuales en un deporte colectivo, y dentro del estorbo que hace la presentación hiperbólica del Balón de Oro, los galardones a Aitana Bonmatí, Rodrigo Hernández y Lamine Yamal Nasraoui Ebana han supuesto un soplo de naturalidad. Mientras, incapaz de felicitar a los ganadores, ajeno a la alegría que estos premios han significado para el fútbol español, mentalmente recluido en su ruidosa lata de sardinas, el Real Madrid sigue haciendo el lloriqueo, solo contra el mundo. Jugar con una pelota es divertido, jugar con la soberbia es peligroso.