Un año después de la fuga, los escándalos del rey emérito no se han apaciguado

Ahora hace un año justo que el rey emérito mandaba una carta a su hijo, Felipe VI, en la que le anunciaba que para evitar males mayores a la Corona dejaba la Zarzuela y se iba a vivir fuera de España. Hacía seis años que, por el mismo motivo, se había visto obligado a dejar el cargo y abdicar en favor de su hijo en un intento desesperado de salvaguardar la monarquía, que él había enfangado con toda una serie de escándalos relacionados con investigaciones de corrupción enlazadas con la salida a la luz de sus aventuras extramatrimoniales. En estos momentos la situación es que Juan Carlos I se encuentra acogido en Abu Dhabi, en una villa de Nurai, en el golfo Pérsico, por su amigo el jeque Khalifa bin Zayed al-Nahyan, presidente de los Emiratos Árabes Unidos, y, aunque cada cierto tiempo se extiende el rumor de que quiere volver, no parece que de momento hayan cambiado mucho las condiciones que le permitan hacerlo.

De hecho, cada vez hay más escándalos. Cuando se fue había dos investigaciones judiciales en marcha: la que lleva el fiscal suizo Yves Bertossa sobre una transferencia de 100 millones de dólares del 2008 cursada por Arabia Saudí a una cuenta de la Fundación Lucum, del cual el rey emérito era el principal beneficiario, y la de la Fiscalía del Tribunal Supremo sobre un posible soborno en la adjudicación del contrato del AVE La Meca - Medina, que podría estar relacionada con el anterior y que, de hecho, motivó la visita de Bertossa a Madrid a principios de julio. Ahora, sin embargo, y en cierto modo también enlazada con estas otras dos investigaciones, se ha sumado una demanda civil de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que la semana pasada aceptó un juez del Tribunal Supremo inglés, en el que la ex amante de Juan Carlos I solicita una orden de alejamiento porque lo acusa de hacerle seguirla constantemente para forzarle a devolverle los 100 millones de dólares que él le había dado cuando todavía estaban juntos.

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Estas serían las tres investigaciones más importantes, pero por el medio han salido otras relacionadas con su entorno sobre dinero en paraísos fiscales o donaciones o regalos recibidos que no habían sido declarados a la hacienda pública. De hecho, a lo largo de este año, el rey emérito ha hecho dos regularizaciones fiscales por unos cinco millones de euros, con lo cual reconocía que había cometido delito fiscal. De momento, sin embargo, no hay ninguna imputación directa que haga suponer que de manera inminente pudiera acabar, como su yerno o su hija, en el banquillo de los acusados. Pero existe la posibilidad, y de allí su fuga de hace ahora un año.

El objetivo era, también, poner un cortafuegos entre, por un lado, su figura y sus potenciales delitos y, por otro, su hijo y la institución monárquica. Ha habido un cierto consenso entre las principales fuerzas políticas españolas para que fuera así y a lo largo de este año se ha hecho como si nada de todo esto afectara a la Corona. No está claro que esto se haya conseguido en el conjunto de la población. Ya hace años que el CIS no hace encuestas sobre la monarquía, pero si a los escándalos del emérito y la sombra de corrupción que lo persigue se le suma el posicionamiento político de Felipe VI , que le ha hecho perder la neutralidad, quizás ya es urgente que lo vuelva a preguntar.