Contra la antiedad
Estos días de desfile de alfombra roja en el Festival de Cine de Cannes, aparte de comentar la táctica elegantísima de Cate Blanchett de colar una bandera palestina en su vestido aprovechando el rojo de la alfombra, se reproducen insistentemente reacciones en torno a la edad del personal que la pisa. Una de las primeras en recibir ha sido Jane Fonda, de quien todo el mundo opina que a sus 86 años está espléndida y luce un cuerpo envidiable. Traducido significa, básicamente, que está delgada y que el maquillaje y la cirugía le borran lo que el paso del tiempo nos va dejando al resto. Jane Fonda, como ella misma reconoce en el documental Jane Fonda: In Five Acts, que recomiendo fervorosamente, no está nada contenta de haber pasado por la cirugía estética. De hecho, maldice haber tenido la necesidad de cambiar su físico para sentirse bien. Mucho antes de la cirugía, Fonda sufrió bulimia, así que la relación con su cuerpo nunca ha sido positiva, aunque ella aprovechara el boom de sus vídeos de aeróbic para generar mucho dinero que destinaría al activismo. La actriz, como tantísimas otras, ha sido víctima de la educación que somete a las mujeres a tener una vida ligada a restricciones y enfermedades por culpa del juicio externo sobre nuestros cuerpos. ¿Cuántas de nosotros hemos vivido con complejos por culpa de una presión social que, cuando éramos jóvenes, proponía la anorexia como modelo? Y como si no fuera suficiente con destrozar a la juventud, la presión se alarga hasta nuestros días finales. Cada edad es un motivo para decir si parecemos más jóvenes o mayores, si estamos bien por la edad que tenemos o nos hemos cuidado menos de la cuenta. Hay un montón de factores que intervienen en nuestro cuerpo, pero eso da igual, de lo que se trata es de luchar sistemáticamente en contra del envejecimiento. En las mujeres es especialmente exagerado, siempre vistas como un cuerpo, y mucho más problemático en términos de salud, pero cuando Kevin Costner ha pasado por la alfombra roja también se ha comentado que no aparenta sus 69 años. Y yo me pregunto: ¿Cómo se supone que debemos estar en los 69 o en los 86? ¿Y de qué estilo de vida estamos hablando? ¿De qué clase social? ¿De qué genética? ¿Y por qué debemos ir todo el día en contra de la edad? ¿No tiene más sentido agradecer que, por las razones que sean, vivimos un año tras otro y el cuerpo hace el camino con nosotros? ¿Por qué seguimos buscando el elixir de la eterna juventud como si ser joven fuese excepcional y no una etapa más de la vida? ¿Por qué, pese a que tengamos el cerebro bastante bien puesto, caemos de cuatro patas en las presiones estéticas?
Hace pocos días fue retirado en Madrid un anuncio de una clínica de cirugía estética que en su mensaje decía “Un verano más, cambiando el panorama de las playas” Este panorama se refería a los senos de las mujeres. De los pechos de los hombres se habla poco, encuentro. Quizás porque no forma parte del nuestro panorama visual. Un informe de la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética revela que cada año en España 80.000 mujeres se realizan un aumento de pecho. El 60% de estas mujeres tiene más de 30 años. Otro dato abrumador: el 85% de las cirugías de estética se realizan en mujeres. No se vislumbra ninguna tendencia a la baja, al contrario. Tampoco se ve en ninguna parte que la presión haya disminuido. Se ha logrado, eso sí, retirar un anuncio.
A mí también me cuesta ver cómo mi cuerpo se hace mayor. Pero empieza a ser hora de que celebremos las edades vividas con los cuerpos tan saludables como podamos y dejemos de ir en contra del vivir. Porque la lucha más eficaz contra el envejecimiento es morir joven.