Apagón presidencial
Cuando un presidente se dirige a un país en un momento de colapso general debe entender que, en ese momento, todos estamos aferrados a lo que dice, a lo que no dice y a cómo lo dice. Y debe entender a quién se está dirigiendo.
Venimos de una pandemia mundial, tenemos una guerra en Europa, hemos pasado por la DANA del País Valencià, la UE nos ha urgido a comprarnos un kit de supervivencia y el gobierno español acaba de anunciar que gastará más de 10.000 millones en defensa. Somos una sociedad con la psicología colectiva escardada desde el 2020, sometida a todo tipo de noticias falsas e intoxicaciones interesadas. De repente se va la luz en toda la península Ibérica, e incluso se cae la cobertura de los móviles e internet, y tenemos que volver a la radio de pilas y al dinero en metálico. ¿Tan fácil es derrotarnos? ¿El presidente Sánchez tiene que aparecer a media tarde y el president Illa ocho horas después del inicio del apagón?
Cuando estamos ante una crisis sin precedentes, un presidente debe entender que necesitamos oír una explicación creíble que no nos haga entrar en el siempre peligroso ejercicio de leer entre líneas. Y si todavía no puede dar una explicación, debe hacernos sentir que todo lo que depende del gobierno irá bien e invitarnos a convertir la crisis en un momento de ayuda mutua, con una mezcla de orientación práctica y resolución colectiva. Y, sin embargo, no hubo grandes escenas de caos (excepto en ese agujero negro que son Renfe y Adif), en parte porque estamos en el mundo desarrollado y porque la inmensa mayoría tiene dos dedos de juicio.
Pero como todo es susceptible de empeorar, Feijóo aparece también en este artículo. ¿Qué autoridad cree tener para hablar sobre comunicación de crisis cuando ha sido incapaz de hacer dimitir a Mazón, el negligente gestor de una crisis que ha terminado en los juzgados, con cientos de muertos?