Aurelio Argemí, la semilla que seguirá creciendo
El lunes de Pascua de 2024 ha faltado el Aurelio. Finió tranquilo y sereno, después de una larga vida dedicada en cuerpo y alma a la defensa de los derechos colectivos en todo el mundo, y del derecho a la autodeterminación de los Països Catalans.
Conocí a Aureli Argemí cuando yo era adolescente y él ya era un referente. Presidía una entidad de nombre muy extraño, el Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y Nacionales, un nombre que incluía un apellido misterioso, algo que aún lo hacía más interesante.
Con 17 años descubrí que aquel sabio que había sido secretario del Abad Escarré había promovido la creación de una entidad que conectaba con los anhelos de defensa y de liberación nacional de mi generación, el Llamamiento a la Solidaridad en Defensa de la Lengua, la Cultura y la Nación Catalanas, que protagonizaría las acciones no violentas más imaginativas para sacudir a la sociedad catalana, y que después de impulsar las primeras campañas de ayuda humanitaria en Etiopía y Eritrea a principios de los años ochenta del siglo pasado, impulsaría la creación del Fondo Catalán de Cooperación al Desarrollo, una entidad referente para proyectar la solidaridad internacional del municipalismo catalán en todo el mundo.
Aureli fue todo esto y mucho más, encarnó el hilo rojo que ha unido proyectos, iniciativas y personas que han protagonizado la vida política, asociativa y cultural del soberanismo civil en los Países Catalanes de los últimos 50 años, sin buscar nunca el protagonismo y poniendo por delante al país y la unidad.
Hace pocos meses, en el auditorio del CIEMEN presentamos el libro de memorias del Aureli La semilla sembrada, donde se puede repasar lo más importante del activismo vivido, y puede hacerlo leyendo la versión de quien hizo posible que todo aquello ocurriera. Desde su etapa como monje de Montserrat, donde formó parte del grupo más inquieto y renovador de la abadía, que acabaría acompañando en el exilio al Abad Escarré, y el posterior ingreso en la comunidad de Cuixà.
La principal aportación del Aurelio fue fundar y mantener una entidad que, siendo relativamente discreta, sería fundamental para situar los derechos colectivos de los pueblos en el imaginario colectivo en nuestra casa y en todo el mundo, ya fuera desde el exilio, a través de las Jornadas Internacionales de Cuixà o con la puesta en marcha de la Conferencia de Naciones Sin Estado de Europa Occidental, que sería precursora de la Alianza Libre Europea.
Desde el CIEMEN se impulsarían las movilizaciones de la Plataforma por el Derecho a Decidir primero, las consultas municipales por la independencia de Catalunya más tarde, y se convertiría en la primera sede de la Assemblea Nacional Catalana, iniciativas necesarias para poner en el centro del debate político el ejercicio del derecho a la autodeterminación de forma cívica y transversal.
Y todo esto no habría sido posible sin antes haber hecho un gran esfuerzo intelectual y organizativo para conceptualizar y difundir la agenda de los derechos colectivos en el ámbito global, haciendo posible la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Colectivos de los Pueblos (1990) que, tal y como él mismo dijo en el acto de conmemoración del 25 aniversario de su aprobación en el Ateneu Barcelonès, se hizo “para crear un cuerpo doctrinal útil para el liberación de los pueblos dejados de lado, marginados, perseguidos por el mero hecho de expresar que existen y quieren ser conocidos y respetados por lo que son”. Una dimensión internacional que tendría su cenit en la constitución de la Red Mundial por los Derechos Colectivos de los Pueblos en el Foro Social Mundial de Belem de Parà, en Brasil, a principios de este siglo.
Un esfuerzo que también haría para organizar conjuntamente con el PEN Catalán la Conferencia Mundial de Derechos Lingüísticos en 1996, donde se aprobaría la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos, con el objetivo de “corregir los desequilibrios lingüísticos de forma que asegure el respeto y pleno despliegue de todas las lenguas y establezca los principios de una paz lingüística planetaria justa y equitativa, como factor primordial de la convivencia social”.
Aureli ha sido un catalán universal contemporáneo, que ha dedicado la vida a la defensa de los derechos colectivos, y que ha aplicado el internacionalismo solidario desde un independentismo desacomplejado. Y lo ha hecho manteniendo un compromiso transversal, no partidista, defendiendo una posición inclusiva a través del diálogo y la cooperación, buscando la máxima unidad para alcanzar objetivos compartidos sin buscar protagonismo alguno, en beneficio del bien común y del país.
Se ha ido un maestro y un amigo, pero ha sembrado una semilla que seguirá creciendo. Descansa en paz.