Aviso por lluvias torrenciales

En ciudades norteamericanas como Washington, la cultura de la emergencia está tan interiorizada que las placas con los nombres de algunas avenidas principales llevan siempre incorporadas el rótulo de “ruta de evacuación”. Y también son fijas en las aceras las señales que dicen: “Cuando se declare la emergencia por nevada, no se detenga ni aparque, avisaremos a la grúa”.

La intensidad de los fenómenos atmosféricos tiene un potencial tan grande en según qué estados que cualquier ciudadano con dos dedos de frente ha comprado un kit de emergencia, y los más previsores siempre tienen en la despensa agua potable y latas de comida. De hecho, cuando las autoridades avisan de que se avecina algún episodio potencialmente muy peligroso, se desata la psicosis del fin del mundo y en los supermercados no quedan ni los carros.

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Las autoridades recomiendan ponerse en situación: cómo recibo las alertas, cuál es mi plan de refugio o mi ruta de evacuación. E incluso recuerdan la posibilidad de crear un plan familiar de comunicación de emergencias, consistente en enviar a un registro oficial datos como nombres, teléfonos, medicación habitual o nombre del pediatra de cabecera.

Si el peligro de desastres naturales sigue aumentando en Cataluña, podemos pasar muy rápidamente de simples telespectadores a damnificados, y será necesaria una nueva y superior cultura ciudadana para hacerle frente, y esto sólo será posible con la coordinación de las administraciones, equipos de emergencia bien dotados y bien entrenados, la actitud colaboradora de los ciudadanos y la evidencia de que todo lo que no nos gastemos en prevención lo acabaremos gastando en reparación.