El beso de Judas

1. La primera crisis grave, en el mandato de Laporta del 2003, llegó por culpa de quien entonces era su cuñado, Alejandro Echevarría. Formaba parte de la junta directiva del cambio, pero al mismo tiempo era miembro de la Fundación Francisco Franco. Una extraña combinación. El presidente lo negó, tajantemente, ante la Asamblea de socios de agosto del 2004: “Alejandro Echevarría no ha sido, ni es, ni será, miembro de la Fundación Francisco Franco”. Lo dijo con la rotundidad con la que suele decir las cosas, y el periodismo lo creyó. Pero un socio aportó la prueba. Luis de Val demostró que desde el 23 de octubre de 1996 Echevarría era patrón de la Fundación. El cuñado tuvo que dimitir cuando los excandidatos a la presidencia, Minguella y Majó, pedían que quien dimitiera, por la mentira reiterada, fuera Laporta.

2. Echevarría se marchó del Barça, pero para muchos jugadores siguió siendo una pieza clave, prácticamente un amigo. Lo veían como un conseguidor, la persona que, fuera del césped, les facilitaba la vida en todo tipo de gestiones. Un trabajo singular, este. Suelen ser hombres que, con poco ruido, saben ganarse la confianza de las personas hasta que, en no pocas ocasiones, te la acaban metiendo. Son maestros en generar problemas para que parezca que los solucionan. Puyol, Eto'o, Xavi o Messi utilizaban esta amistad. En julio del 2015, por ejemplo, Messi voló con Echevarría hasta Gabón para poner la primera piedra de un nuevo estadio. Por la fotografía junto al presidente Ali Bongo, Messi cobró 3,5 millones, según publicó France Football. En ese viaje, el tercero en discordia era Deco, agente de futbolistas, socio durante años de Echevarría. Deco, desde hace un año, es el director deportivo del Barça, después de que Jordi Cruyff se marchara por piernas y que despidieran a Mateu Alemany.

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3. En el segundo mandato de Laporta, el excuñado tuvo la alfombra roja para volver al Barça. No tiene cargo, carece de nómina, carece de despacho, pero se pasea por el área presidencial y por la ciudad deportiva como si fuera su casa. En el palco está siempre. Manda, y mucho, en muchas parcelas del club. Ya en la campaña electoral, jugó un papel importante. Desactivó a Xavi, que llevaba años trabajando de la mano con Víctor Font. Consiguió que, en la recta final de la campaña, Xavi se mostrara como un barcelonista equidistante, de todos y de nadie. Por el camino le habían asegurado que si Laporta ganaba las elecciones, él sería el entrenador ese verano. Sin embargo, llegado el momento, y a pesar de la insistencia de Xavi para verse con Laporta en S'Agaró, el conseguidor no logró que pudieran llegar ni a tomar un café. Xavi se volvió hacia Qatar, jodido, por la promesa incumplida.

4. Pero dentro del Barça, Xavi y Echevarría seguían manteniendo la buena relación. El entrenador se daba cuenta de que, dentro, necesitaban aliados. Sabía que desde la dirección deportiva, tanto Joan Soler como Enric Masip calentaban al presidente en cada mal resultado y en cada pésimo partido, que no ha habido pocos. La noche del Barça - Villarreal (3-5), Echevarría fue el mediador entre Xavi y la presidencia en las tripas del estadio para que aquello no acabara ni con cese, ni con dimisión inminente, sino en una confluencia extraña que, a la larga, ha resultado ser un churro.

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5. La noche del pacto del sushi, cuando Laporta y Xavi se miraron a los ojos y decidieron que seguirían juntos hasta el 2025, Echevarría también acudió a la celebración. Parecía una cena de conjura, pero allí Xavi recibió el beso de Judas. El entorno del entrenador, tanto el staff como la familia, consideran que Echevarría les hizo la cama desde el día siguiente. Por la forma de intoxicar a los jugadores hasta convertir la situación en insostenible, no entienden la traición. Los Hernández no salen de su asombro. ¿Y Laporta? Como dijo él en Bilbao, todo lo hace por el bien del Barça. En cuanto a Echevarría, en cambio, no hay constancia de ello.