Leemos en el ARA que una operación policial ha detenido a 13 personas que maltrataban a cachorros, que debían ser vendidos. El punto de partida ha sido una tienda, Bitxets, en la calle Castillejos, de Barcelona, pero la banda tenía tentáculos en otros lugares y, de hecho, se ve que varios animales fueron hallados en un descampado de Madrid, encerrados en jaulas, se supone que esperando la muerte. En el vídeo que ilustraba la noticia, cedido por los Mossos, la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Guardia Urbana, se ven a los cachorros, demasiados bebés por haber sido, ya, arrebatados a la madre, chirriando, con desesperación. Se oye la voz de un agente que, en voz baja, conmovido, mormola: “Ya está, ya ha pasado...”
No me sorprende que haya quien tenga animales en pésimas condiciones, haciéndoles dormir en la caja donde también hay heces, o que los traslade en malas condiciones, que les deje morir de hambre, sinceramente. Estoy acostumbrada a que hay personas que no sienten ninguna emoción si torturan por omisión o acción. Lo que me sorprende es que alguien que hace esto le ponga Bitxets en la tienda que regenta.
Bicho es una palabra castellana, en principio despectiva, que, como otras, ha visto darle la vuelta a su significado y ha pasado a ser simpática o reivindicativa. En catalán utilizamos el castellanismo, incluso aplicado, siempre de forma amorosa, a los niños. Bicho. Y guindilla es ir un poco más allá; añades el diminutivo a la palabra ya de por sí coloquial. Ponerle Bitxets en una tienda de animales es una declaración de intenciones. Dices: “Nos gustan, les amamos, los comprendemos, nos hacen reír”. Poner bichitos en una tienda de animales donde los animales son maltratados es de un cinismo terrorífico. Como si una web de pornografía infantil se llamara Trapella. La maldad pura es esa. Ponerle Bichitos y dejar las guindillas morir de hambre. ¿Por qué no le ponían Rottweilers y Mucho Más, puestos a hacer?
