El bienestar y el horror

¿Debemos entender que el bienestar apaga el horror? Las elecciones vascas son noticia porque no ocurre nada, porque los debates son de una contención y respeto insólitos en un país que ha sido territorio de alta confrontación bajo el peso de la actividad criminal de ETA. De repente, los herederos de la organización terrorista, que nunca se han escondido de serlo, parece como si hubieran quedado capturados por los modos y modos del PNV, representante genuino de un solvente poder económico.

Urkullu y los suyos habrían impuesto el estilo: hacer de la contención y la oportunidad la forma de estar en política que les ha permitido, incluso en los momentos más difíciles, tener peso en España para poder ir apuntalando su país. Y ahora, cuando Catalunya vive en el desbarajuste de un proceso que nunca ha sido gobernado, el País Vasco es noticia porque no es noticia, después de tantos años de serlo por la violencia y las fracturas profundas que se abrían. El próximo domingo podría ocurrir que Bildu (de golpe convertido en partido de la alternancia democrática) llegara primero, después de una campaña sin estridencias, aunque sus posibilidades de gobernar son escasas porque los socialistas aportarán el complemento de escaños que el PNV necesite.

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Nunca nada tiene una sola causa, pero el nivel de bienestar alcanzado por el País Vasco seguro que es un factor determinante. La radicalización vasca –los tiempos de ETA– no fue por las condiciones de vida de la ciudadanía, sino por razones ideológicas, aquellas cosas que ocurren cuando de una ideología –el nacionalismo en este caso– se hace una religión y de la patria un ente superior intocable que da derecho a todo. Y, sin embargo, el PNV logró que, sin embargo, el País Vasco conservara su fuerza económica. Y el horror ha acabado descabalgando. Ahora emerge un bipartidismo PNV (derecha), Bildu (izquierda) como si algo hubiera pasado, con PSOE y PP de comparsas.

Empieza una etapa que inevitablemente se apoyará en la desmemoria. Como si el pasado se perdiera en un olvido que lo es también de las víctimas. ¿Era necesaria tanta tragedia para llegar hasta aquí? Sigue siendo incomprensible que ETA, una herencia del franquismo, tuviera tan larga pervivencia. No nos confundamos: la paz de ahora no puede blanquear el pasado ni liquidar la memoria. Simplemente, el País Vasco, más rico y menor que Catalunya, ha sabido de la mano del PNV optimizar su integración en el Estado y ha tomado conciencia de los límites tras la terrible experiencia de quienes creían que todo era posible. Y en un momento de inusitada discreción que contrasta con el griterío catalán.

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