Contra los 'boomers' no viviremos mejor

Sólo desde la cortedad de vista se puede incubar el resentimiento contra los jubilados y los boomeros en general, pintándolos como beneficiarios privilegiados de un pasado esplendoroso de sueldos generosos y de un futuro opulento asegurado gracias a la propiedad de un piso ya una pensión jugosa, reducido a la sentencia "han vivido mejor que sus padres".

Se puede alargar la discusión tanto como se quiera, pero los nacidos entre finales de los cincuenta y mediados del setenta son los hijos y nietos de una guerra civil, y si vivieron en una etapa de crecimiento y consumo es porque, lógicamente, venían de debajo de todo. Pero, aparte de todos los que tuvieron que emigrar para subsistir, y de que todos nacieron en una dictadura, pregunte a la gente mayor si les era fácil llegar a fin de mes (todavía puedo oír a mi madre rumiando que "de cada peseta, tengo que hacer dos") y constatará que la vida nunca ha sido fácil para ninguna.

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La causa de este resentimiento generacional es bastante evidente: se extiende la desesperanza del no futuro entre jóvenes, que no ven la manera material de llevar adelante sus proyectos vitales, sobre todo por culpa del imposible acceso a una vivienda asequible con los sueldos que cobran. Y ahí estamos juntos, con independencia de la edad. Quien lucha por una pensión digna hoy está fresando el camino de la de mañana. No convertimos el debate en un concurso de méritos y agravios generacionales, porque aparte de ser injusto para quienes han trabajado toda su vida y han hecho posible el estado del bienestar que todavía disfrutamos, es precisamente lo que espera el capital que mueve el mundo: una discusión entre empobrecidos a ver quién vive mejor.