Cagarse en los muertos de los catalanes
El lateral izquierdo José Manuel Calderón duró, como jugador del Nàstic, menos que un paquete de seis cervezas en la puerta de un Airbnb. Cuatro horas, que han servido para que los aficionados, que tienen memoria, se quejaran por sus "declaraciones catalanófobas", después de alcanzar el ascenso con el Córdoba a Segunda División". "Me cago en los muertos de todos los catalanes", dijo en un directo de Instagram. Y después, colgó una historia en la que pedía disculpas con estas palabras: "Pido perdón a toda la gente de Barcelona y a todos los catalanes por mis actos en el directo de esta tarde".
Vayamos por partes. "Cagarse en los muertos" de alguien es vejatorio, sí, porque es ensuciar, faltar al respecto, con el acto innoble de defecar, la memoria de los que no están y añoramos. Hasta aquí, perfecto. Ahora bien: el insulto de Calderón no funciona. Como insulto és poco pensado e ineficaz. Si yo "me cago" en la madre difunta de ustedes, o ustedes en la mía, estamos hablando de un ser querido concreto. Pero esta concreción fecal necesaria se pierde cuando la cagada se extiende a los muertos de "todos" los catalanes. En este caso, el efecto vejatorio se diluye, porque no cae encima de una tumba en concreto.
Más rupestre, todavía, la respuesta. Si el hombre se "cagó" en los muertos de "todos los catalanes" la petición de perdón debería ser para "todos los catalanes". Pero, por razones que se escapan a mi comprensión, este feliz pide disculpas "a toda la gente de Barcelona y a todos los catalanes". ¿Acaso cree que los de Barcelona no son catalanes como los habitantes de la ciudad del Nàstic? ¿Acaso le parece que son de una categoría especial, más noble, menos "catalana", y que, por lo tanto, merecen mención aparte?
Me parece muy bien que el Nàstic le haya rescindido el contrato, pero no por insultar y luego pedir perdón, sino por la pobreza lingüística del insulto y sobre todo de las disculpas.