La carpeta catalana no se puede rehuir
BarcelonaEl presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se ha esforzado este miércoles para subrayar que la carpeta catalana no está ahora entre sus "prioridades urgentes" y se ha negado a confirmar que la mesa de diálogo se volverá a reunir durante las primeras semanas del año. Lo más preocupante, sin embargo, no es tanto lo que dice sino el tono, visiblemente molesto, sin disimular ni siquiera que la cuestión catalana le hace más estorbo que servicio, ahora mismo, y que si fuera por él lo aparcaría definitivamente sin dar ningún paso más. Todo el mundo entiende que ahora mismo la prioridad de todas las administraciones es la gestión de la pandemia, pero lanzar este tipo de mensaje es un error, porque el conflicto político catalán no desaparecerá ni a corto ni a medio plazo y, además, la estabilidad parlamentaria del gobierno de Sánchez depende de los 13 diputados de ERC.
Posiblemente, Sánchez esté haciendo cálculos políticos y le interesa que la carpeta catalana no saque la cabeza en los medios, porque ahora su objetivo es vender exclusivamente el éxito de la vacunación, la salida de la pandemia y la recuperación económica que tienen que apuntalar los fondos europeos. Además, el hecho de que haya elecciones autonómicas en Castilla y León el 13 de febrero puede hacer que el PSOE tenga la tentación de aplazar la siguiente reunión hasta después de la convocatoria electoral para que el PP no la instrumentalice en beneficio propio. No es que pase nada porque la reunión se haga en una fecha o en otra, porque lo que es importante es el contenido de lo que se pacte, pero también es verdad que el PSOE siempre tendrá excusas para no tener que hacerse una foto que les incomoda. El peligro es la sensación que se transmite, que es que Sánchez va siempre arrastrando los pies y que cada concesión es tan dolorosa como arrancar una muela. Para una parte del PSOE parece que con los indultos a los presos políticos tendría que haber habido bastante y que no hay que ir más allá. Pero lo cierto es que los indultos eran la condición previa para el diálogo, no el final de ningún trayecto.
Además, Sánchez continúa necesitando los votos de sus socios para sacar adelante proyectos tan importantes como la reforma laboral, la ley de vivienda o la de memoria histórica o la reforma de la ley mordaza. Pero viendo al presidente español este miércoles puede parecer que tiene mayoría absoluta. El PSOE se tiene que concienciar de que hay que llenar de contenido la vía del diálogo y la negociación, y que si bien nadie le pide que renuncie a sus posicionamientos, sí que está obligado a explorar los márgenes de la legalidad para intentar encontrar una solución satisfactoria para todo el mundo, empezando por desjudicializar el conflicto.
El 2022 tiene que ser el año en el que se demuestre que hay una verdadera voluntad de avanzar hacia la resolución del conflicto, puesto que el 2023 volverá a ser año electoral. De alguna manera, este año tiene que servir para saber si hay agua en la piscina de la negociación. Y por mucha pereza que le dé a Sánchez, si no pone agua lo que estará en peligro será la estabilidad de su propio gobierno.