Carta abierta al líder de Vox, en estos momentos de incomprensión
Estimado Ignacio Garriga, le escribo en solidaridad absoluta, después de leer que una miembro de su admirable partido, Vox, le acusa "de haber cargado gastos personales a la tarjeta del grupo parlamentario". Se queja de que van desde “comida a domicilio y el coste de la asociación de padres de la escuela de sus hijos hasta adquisiciones en las tiendas Ametller Origen y en una librería del Opus Dei”. Parece mentira.
Son gastos perfectamente justificables, señor Garriga. Un hombre de Vox como usted, un hombre de verdad, vaya, cuando hace una reunión tiene hambre y come. Si no comiera se le podría acusar de comunista o de poco macho. Es muy normal que llame a un ciclista de estos de la mochila amarilla, o vaya al Almendro a comprar ensaladas de esas para llevarse.
En cuanto a las compras en la librería del Opus Dei, me parece que son unos gastos claramente pedagógicos. Si hubiera ido a uno sex shop, yo sería la primera de protestar, pero no es el caso. Y como la variedad literaria de estos establecimientos nobilísimos no es tanta, podemos adivinar que quizás adquirió lo muy recomendable Getsemaní, de Javier Echevarría, o lo imprescindibleHomenaje a monseñor Álvaro del Portillo, de Pedro Rodríguez (que está a seis euros). Por no hablar de toda la retahíla de libros dedicados al fundador, como el interesantísimo Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer, el amen Josemaría Escrivá en los calles de Madrid, de Ignacio Fernández Zabala, o el delicioso Los años de seminario de José Maria Escrivá en Zaragoza, de Ramón Herrando Prat de la Riba. Por no hablar, claro, de los escritos por él. El bestseller Camino o la secuela Camino, surco, forja.
Después de leer estos libros, claro, una persona de fe lo que hace es llevar a la práctica la enseñanza del líder. Quiero decir que es normal que usted cargue los gastos del AMPA de la escuela de sus hijos, porque seguramente tiene más hijos que la media, precisamente por una cuestión de coherencia religiosa. Por tanto, querido señor Garriga, tiene razón usted. Ahora bien. La gente es mala y puede ocurrir que la mujer que le denuncia no atienda razones. En ese caso, no tendrá más remedio que acusarla de racismo. A ella ya su partido.