El catalán en la docencia universitaria

El catalán a la docencia universitaria
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El pasado viernes el departamento de Investigación y Universidades de la Generalitat tuvo el acierto de organizar una “Jornada sobre la lengua catalana en el sistema de universidades e investigación”. Se presentaron reflexiones muy interesantes. A continuación, la mía sobre la docencia en las universidades.

Las universidades catalanas tienen, en lo que se refiere a los usos lingüísticos, dos vectores de preocupación y de actuación. Por un lado, la ambición de internacionalizarse -que se debe aplaudir- lleva de forma natural a un uso creciente del inglés. Pero, por otro, son las universidades de un país con una lengua propia que lo es de cultura, y que como tal debe estar presente con fuerza, no simplemente de manera testimonial, en las universidades propias. Esto lleva a una necesidad de protección (reconocida en el artículo 3 de la Constitución). Lo mismo para todas las lenguas con una base demográfica limitada, como el neerlandés, el danés o el noruego. Es, pues, importante desarrollar metodologías para asegurar la plena compatibilidad de la internacionalización y la protección del catalán.

El catalán en la Universidad no está siendo un obstáculo para la internacionalización. Según los indicadores del informe CyD, entre las autonomías solo Madrid iguala -pero no supera- a Catalunya en este aspecto. ¿Puedo afirmar asimismo que la internacionalización no ha sido un obstáculo para el catalán? No del todo. Un ejemplo clásico es el del curso con 200 alumnos en los que se abandona la docencia en catalán porque tres alumnos Erasmus no la entienden. El efecto puede ser devastador para el catalán.

Permítanme argumentar que los avances en las tecnologías digitales abren caminos para mejorar mucho la situación. Por las tres vías siguientes:

1. Materiales didácticos. Estos recursos evolucionan hacia un mix de material escrito (libros, artículos...) y de vídeos que recogen presentaciones orales de todo tipo. La gran oportunidad para el catalán es llenar la red de vídeos elaborados y expresados en catalán por los muchos excelentes profesores que, residentes en Catalunya o no, pueden hacerlos en catalán. Quiero enfatizar que no se trataría solo de vídeos divulgativos, sino principalmente cubrir los contenidos que ahora se imparten en el aula de un curso normal. Evidentemente, un programa de creación, mantenimiento y continua renovación de estos vídeos solo vale la pena si se puede garantizar una calidad elevada. Es factible garantizarla. Pide recursos, pero en volumen moderado. Pide esfuerzo de los docentes, pero menos que el de escribir un libro de texto. Y creo que tendría más impacto lingüístico que un texto. Muestra a una persona que está hablando en catalán a un nivel técnico elevado, y eso en sí mismo tiene valor para el alumno.

2. El uso de la lengua en el aula. Creo que la clase oral sin interacción con el alumno tenderá a desaparecer. Se mantendrá la conferencia magistral ocasional –hay valor añadido al ver físicamente a una eminencia disertando–, pero no las clases rutinarias donde el profesor habla y los alumnos escuchan. Un vídeo del mismo profesor diciendo lo mismo hace el mismo servicio, puede verse en casa y es más económico. ¿Quiere decir esto que la oralidad presencial desaparecerá? En absoluto. El ahorro en clases con alumnos pasivos permitirá expandir el formato de seminario: el de un grupo de estudiantes en círculo en torno a un tutor que dirige una discusión. Es el formato que saca el máximo partido a la posibilidad de interacción cara a cara. Para la lengua tiene un beneficio adicional: amortigua el todo o nada de la clase de 200 alumnos sometidos al mismo régimen lingüístico. Con la estructura de seminarios los alumnos se reparten, lo que permite ofrecer, si es necesario, diferentes opciones lingüísticas.

3. Predictibilidad. Se adelantó cuando para evitar el efecto Erasmus, las universidades adoptaron la disciplina de anunciar la lengua de docencia de un curso. El problema es que el efecto no se eliminó por completo y se ha mantenido la incertidumbre de si un curso anunciado en catalán lo será realmente. Esto no debería ocurrir, no es serio, y parece claro que en una estructura docente de seminarios como la descrita en el punto anterior será más fácil que el compromiso se mantenga.

En resumen, nos conviene: (i) continuar en el proceso de oferta de cursos y titulaciones en inglés, (ii) un programa de creación masiva de contenidos audiovisuales en catalán de calidad y especializados, y (iii) aprovechar la expansión del formato de seminario para facilitar el imperativo de garantizar una presencia fuerte del catalán, y su predictibilidad, en la docencia.

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