Entre el cielo y el infierno

"¡Joya!", exultaba el Orfeó Català en el Auditori de Barcelona el viernes por la noche con la OBC. "Freído!", resonaba en la sala de conciertos. "Hermanos, abrazaos, un gran beso inflama los cielos", proclamaban. Y era estremecedor, porque notabas que entre Netanyahu, Hamás, Trump, Putin y otros responsables del deplorable estado del mundo, casi habían transformado la audición de la Novena de Beethoven en un acto de ingenuidad.

Todavía canturreaba la pieza cuando me senté en la butaca del cine para verOne battle after another[Una batalla tras otra], una película protesta, uno thriller político que se convertirá en un thriller histórico, por el retrato que pinta del presente: los campos de detención de inmigrantes, la rabia de los excluidos, el racismo, el supremacismo y el machismo paramilitares que se esparcen engrasados ​​por el dinero y la droga ideológica de la "América primero".

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Como artefacto puramente cinematográfico, el filme consigue una tensión y un ritmo constantes que hacen mantener la atención pese a la duración, con momentos de humor y de nobleza humana, y descansa sobre dos excelentes interpretaciones de Leonardo DiCaprio y Sean Penn, que la hacen candidata a todos los premios que Hollywood le quiera conceder. Lo triste es que se parece tanto a la realidad que hay secuencias que parecen extraídas de un telediario, por lo que sales del cine con un baño de realidad, con el espeso malestar de los tiempos que vivimos multiplicado por la ficción.

Entre el cielo del concierto y el infierno de la película, estuvieron las manifestaciones a favor de Gaza. No podían ser de gozo, pero la decencia de las calles recordaba el abrazo de Schiller que, pese a la parálisis del miedo, no podemos dejarnos tomar.