Y el niño, ¿cómo estaba?
“Y el niño, ¿cómo estaba?” La pregunta la hace Lorena García al hombre que vio inconsciente al niño de nueve años de la localidad de Lardero minutos antes de morir, asesinado por un vecino. Y el hombre, que se mantiene de espaldas a la cámara, da los detalles físicos para que nos hagamos cargo de la violencia con la que se produjo el crimen. Susanna Griso pregunta al hombre que vio al niño cómo se encuentra: “¿Y tú, cómo estás? Porque después de la descripción que nos has hecho... ¿Puedes dormir? ¿Cómo han sido estos días?” Potencia el morbo pero disfrazándolo de preocupación y sensibilidad por los demás. Los tertulianos hacen sus hipótesis sobre el impulso que motivó al asesino: “Como el niño iba disfrazado de niña y llevaba una peluca, se debió confundir. Y lo mató rápido cuando vio que era un niño". Al inicio del programa, Griso advertía que habían investigado el pasado del asesino. La investigación consistía en preguntar a los vecinos cómo era aquel hombre: “Un hombre normal”,“Un chico normal”, “Normal. No se le notaba absolutamente nada”, “Una persona normal”, “Normal. Lo pienso ahora y te diría que parecía un lelo”. Estas son las respuestas obtenidas. Antes ya habían entrevistado a unos padres a quienes domingo se les murió su hija en una fiesta de Halloween, intoxicada por monóxido de carbono. “¿Cómo os sentís?”, les pregunta un reportero antes de que todos juntos les interroguen sobre los detalles de la tragedia. Más tarde conectan con Igualada para observar en directo el polígono de la discoteca donde violaron a la menor. Nos enseñan los detalles del lugar donde fue encontrada la chica, especifican las circunstancias e interrogan a los trabajadores de las naves que hay en la zona. Y los tertulianos vuelven a hacer hipótesis sobre cómo se debían de producir los hechos.
Los magazines matinales son los responsables de exagerar todos los sucesos y proporcionar los detalles más escabrosos. Es la franja horaria más laxa a la hora de traspasar las líneas rojas de la ética, el respecto a la dignidad humana, a las víctimas y a los códigos deontológicos periodísticos. Es un prejuicio sexista mediático. Es el horario que tradicionalmente la misma televisión ha asociado a la audiencia más acrítica, el rato de las amas de casa, a quienes consideran que se puede dar este tipo de material porque se enganchan. A medida que avanza la jornada los contenidos se refinan. Se vuelven más sibilinos y van con más cuidado. El desecho tóxico que han soltado durante la franja matinal ya se ha hecho viral en las redes, ya se ha esparcido en el imaginario colectivo y, por lo tanto, el resto de programas ya viven de todo aquello que se ha inoculado a la audiencia haciéndolo menos explícito. Estos monográficos matinales truculentos convierten el horror, la desgracia y la violencia más atroz en gasolina. Se recrean tanto en el morbo de los hechos concretos que se diluye hasta desaparecer la parte más esencial que habría que subrayar: la cultura de la violación que lo sustenta y las carencias y grietas del sistema que facilitan que todo ello pase.