La corrupción soterrada en Cataluña
1. Durante años y cerraduras, cada semana he pasado dos veces por debajo de la vía del tren de Sant Feliu de Llobregat. En los últimos meses, la murga de las obras de soterramiento de la línea obliga a dar una vuelta en coche que, a veces, ni el GPS sabe decirte a dónde has ido a parar. La obra, sin embargo, era absolutamente necesaria. Una prioridad. No era un capricho de los vecinos de la capital del Baix Llobregat, que llevaban cuatro décadas afanando para que la vía no dividiera al pueblo. Era una pega para la circulación, una constante de accidentes de peatones a la hora de atravesar la vía y, para los más desesperados, la infraestructura ofrecía muchos puntos desde donde era muy fácil echarse a la vía. En noviembre de 2019, finalmente Adif adjudicaba la obra a Acciona Construcción por 62,6 millones de euros. ¿Quién podía llegar a pensar que, de ese total, algún político se llevaría una comisión de bajomano?
2. Cinco años después, y por culpa de un pelacañas con ganas de venganza, hemos sabido que la comisión se la repartían el propio ministro de Transportes, José Luis Ábalos; la mano derecha de Pedro Sánchez, Santos Cerdán, y el propio Koldo García, el protagonista cubierto de la novela se cogía con pinzas. Su venganza demuestra que, desde hace un montón de años, Koldo ya vio que a la hora de la verdad –que es la hora de que se destapa toda la mentira– a él le dejarían caer solo, le endurecerían todos los muertos y vienen a verlo. grabar las conversaciones. No había teléfonos de por medio, no había guardias civiles que les grabaran las conversaciones.en un entorno que pensaban que era seguro y de absoluta confianza. Pero esto es España y Villarejo ha enseñado a todo el mundo que, a más conversaciones privadas y comprometedoras tienes de la gente, más rocas en la faja guardas para poder utilizar según te convenga.
3. La corrupción y las comisiones, pues, siguen siendo el pan nuestro de cada día en España. En Cataluña, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Lo que aún sorprende, en estos casos, es que las empresas constructoras adjudicatarias acostumbren a salir de ella como si nada, cuando son estas grandes compañías las que permiten alimentar todo este juego perverso de las morteradas de bajomano. Para ganar un concurso público, para obtener una adjudicación, las grandes constructoras siguen untando a quien haga falta –partidos, ministros, asesores, pelacañas– para asegurarse un contrato de narices. Que de los 62,6 millones de euros que Acciona habría recibido de Adif debiera pagar cerca de medio millón al tridente Ábalos-Cerdán-Koldo es el chocolate del loro, para la empresa. Una propina que entra dentro del presupuesto de la obra, en una contabilidad paralela.
4. Hasta ahora parecía que Pedro Sánchez saldría adelante. Junts y ERC necesitan que siga en el poder por lo de la amnistía y de los indultos, Sumar tiene mucho miedo a la derecha y los vascos –como siempre– ya arañarán algún beneficio de sostenerlo como jefe de gobierno. Pero las piezas que se caen cada vez están más cerca de Sánchez. Las acusaciones por un hermano colocado y recolocado son flagrantes, la sospecha de que el fiscal general obedecía órdenes de la Moncloa para embadurnar a la pareja de Díaz Ayuso es muy grave y, por si fuera poco, El País y la SER le están dando la espalda de una forma evidente. La última vez que estuvo contra las cuerdas, Sánchez convocó elecciones y, contra todo pronóstico, sigue viviendo en la Moncloa. Ahora quizá no sea tan atrevido de jugárselo todo a otra cara o cruz.