El coste de este despertar europeo

La Unión Europea vive un momento de resistencia y autoafirmación. También es un momento de miedo, de vértigo. Una sensación de un cambio acelerado que aboca a las instituciones comunitarias a una realidad ciclotímica que hace que el jueves por la mañana, por ejemplo, una diplomática del Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea me confesara preocupada de que "el momento de la unidad ya se ha desvanecido" hablando de la respuesta de los 27 ante Rusia. Sin embargo, sólo unas horas más tarde, la UE salía a anunciar el apoyo generalizado al plan de gasto de ochocientos mil millones de euros en defensa presentado por Ursula von der Leyen. Como explicaba el presidente del Consejo, el portugués António Costa, si de los 27 sólo existe un país, Hungría, que no se suma al plan, esto no es el retrato de una división en el seno de la Unión, sino de la autoexclusión de uno de sus estados miembros. Los jefes de estado y de gobierno cerraban filas en torno a una todavía hipotética Europa de la defensa. Lo que emana de Bruselas estos días, sobre todo, es una voluntad de respuesta. Difusa y poco concreta cuando se trata de ver de dónde va a salir realmente el dinero, pero pesa más, en estos momentos, la voluntad de ser. La necesidad imperiosa de responder conjuntamente –y con cierta firmeza, aunque sea retórica e inconcreta– a las aspiraciones imperiales que atenazan a la Unión. La Europa de la defensa es sobre todo una idea, que se está desplegando reunión a reunión. Pero la Europa de la urgencia es una realidad.

En un momento de hiperactividad de los actores internacionales y de crisis profunda de las instituciones globales, la UE está inmersa en una transformación interna con implicaciones económicas, geopolíticas y de seguridad. Los tabúes fundacionales de la Unión Europea y de algunos de sus estados miembros no han parado de caer desde la invasión rusa de Ucrania.

Cargando
No hay anuncios

La UE ha ligado su suerte a la viabilidad y la soberanía de una Ucrania que con toda probabilidad quedará dividida y con una parte del territorio ocupado durante mucho tiempo. Una Ucrania invadida que, paradójicamente, también ha vivido su propia reafirmación política e institucional. Como me explicaba la investigadora ucraniana Anna Osiptxuk hace unos meses en Barcelona, ​​la invasión rusa aumentó el apoyo a las instituciones del país. Ha habido un "proceso de reconstitución", una revalorización de la representación política, aunque, a su vez, en las encuestas de opinión los ucranianos siguen contestando mayoritariamente que "los políticos no son fiables". Y la Unión Europea sabe que tendrá que dar respuestas creíbles para el futuro inmediato de esta Ucrania convertida en el terreno de juego de unos nuevos equilibrios geopolíticos que están desmontando la arquitectura de seguridad continental edificada después de la caída del Muro de Berlín.

"Las certezas de décadas están colapsando" decía Ursula von der Leyen en la rueda de prensa avanzada para celebrar los cien primeros días de la nueva comisión que preside. Unos cien días marcados por el discurso del rearme y las amenazas externas.

Cargando
No hay anuncios

En un mundo de geometrías variables "no hay nada más transaccional que el Consejo de la Unión Europea", asegura un diplomático europeo. En Bruselas todo se negocia. Todo tiene un precio. Y toda esta ambición estratégica europea no puede hacerse realidad sin un presupuesto comunitario reforzado. La verdadera profundización en la integración europea se juega en las negociaciones por el futuro marco financiero plurianual que deben empezar el próximo año.

Emmanuel Macron ha salido en una alocución televisada a advertir a los franceses de que llega el momento de un doloroso despertar presupuestario. Serán necesarias "reformas, elección, valentía: el momento requiere decisiones sin precedentes". Europa comienza a hablar de sacrificios a una población asustada y agravada. Francia, por ejemplo, es ya uno de los países más endeudados de la eurozona, con una población movilizada contra los planes de un gobierno que es rehén del poder del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en la Asamblea.

Cargando
No hay anuncios

Vienen tiempos complicados. Donde esta voluntad de ser imperativa para la Unión Europea obliga a explicar muy bien lo que implica este momento de transformación y qué consecuencias reales tendrá para los europeos. El riesgo existencial no es sólo de seguridad ni defensivo. Las amenazas geopolíticas que transforman a Europa tienen un impacto directo en su economía, la competitividad, las incertidumbres de futuro y el estado del bienestar.