¿Quién crees que eres?
Hay nucas que no te las esperas. No sé si hacen más daño, pero su efecto es mucho más complejo de digerir de cuándo son previsibles. Alice Munro es una de mis escritoras favoritas. No puedo decir que era, aunque ya he lanzado todos sus libros. Como escritora, me sigue pareciendo excelente. Pero no soy capaz de mirar a los estantes de casa y encontrarme con su nombre. No la quiero. Ni en casa ni en ninguna parte. Nunca le hubiera querido si hubiera sabido la decisión que tomó respecto a los abusos sexuales que sufrió su hija. Lo hemos sabido ahora, todos después de admirarla. Y como me parece una escritora de una sensibilidad y precisión descomunales, me pregunto, ¿cómo puede ser? Pero no encontraré sentido ni en la literatura.
Andrea Robin Skinner, la hija de Alice Munro, fue abusada sexualmente por su padrastro, Gerald Fremlin, desde que ella tenía 9 años y él 50. Comenzó un verano. Al volver a casa se lo contó a la mujer de su padre, Jim Munro, que habló con él, pero éste decidió seguir enviando a la niña a pasar los veranos en casa de su madre. A los 25 años se lo dijo a su madre, que se lo tomó como una infidelidad de su marido, del que nunca se separó. Puso como excusa que la hija se lo había contado “demasiado tarde” y ella “ya la quería demasiado” para dejarle. Alice Munro reconoció que amaba a un pederasta y que aquella relación estaba por encima del amor de su hija, si es que sentía amor por la hija y si es que se puede amar a un pederasta. A mí me parece bien que una mujer ponga por delante su felicidad. Siempre y cuando no esté casada con un hombre que viole a su hija. Por tanto, lo que podría considerarse vanguardista, romper el tabú y no poner a los hijos por delante de todo, pasa a ser sólo terrorífico. Andrea cortó definitivamente la relación con su madre en cuanto ella tuvo hijos. Antes había denunciado a Fremlin, que fue condenado a dos años de libertad condicional ya no acercarse a criaturas menores de 14 años. Más grandes ya no le interesaban por nada. En la pubertad de Andrea ya la dejó estar.
El caso de la hija de Munro es el caso de que sufren miles y miles de niños y niñas en todo el mundo que son abusados sexualmente dentro de la familia, donde se dan la mayoría de casos. La familia, esa institución que se defiende sagradamente y donde se perpetúan los secretos más sórdidos. Evidentemente, no hay abusos sexuales en todas las familias, pero el silencio devastador es el denominador común que deben soportar los niños y niñas que han sido violadas en su casa. Andrea Robin Skinner, encima, ha tenido que luchar contra la fama de su madre, una escritora mundialmente famosa, reconocida y admirada, que logró que estos hechos no se conocieran hasta después de muerta. Su hija así lo decidió. Hay quien cree que es injusto porque Munro ya no puede defenderse. Pero, ¿defender de qué? Los hechos han sido probados y reconocidos por el propio violador. Mamá lo sabía. Incluso el biógrafo de Munro también ha admitido que conocía los hechos, pero consideró que era un "desacuerdo familiar" que nada aportaba a la biografía de la escritora. Robert Thacker, se llama el hombre. Tampoco le quisiera en mi estante.
No esperamos que la gente a la que admiramos sea perfecta. De hecho, no debemos esperar a que lo sea nadie. Pero Alice Munro no cometió un error, sino que tomó una decisión deplorable. Asquerosa. Y ahora su hija, rompiendo el silencio, ha escrito una página mucho más impresionante que cualquiera de los libros de su madre.