El derecho a tener tiempo

Es necesaria una mejor gestión del tiempo para garantizar una mejor salud mental, especialmente de las mujeres
17/10/2025
Doctora en Psicologia Social
3 min

Hay un bien más escaso que el agua y más preciado que el oro: el tiempo que nos escapa. Todo el mundo habla, todo el mundo le persigue, pero no todo el mundo lo posee de la misma manera. En sociedades que avanzan y generan nuevos derechos, el derecho al tiempo emerge con fuerza. Pero, ¿quién puede ejercerlo de verdad?

Sabemos que la distribución del tiempo es tan desigual como la renta. Una persona con poder de decisión decide cuándo entra y cuándo sale, cuándo desconecta y cuándo se forma. Una cajera de supermercado, un camarero o un mozo de almacén difícilmente pueden hacerlo. El tiempo de unos tiene puertas abiertas; el de los demás, cerraduras y candados. Y también sabemos que el tiempo tiene género: las mujeres dedican seis horas más a la semana que los hombres a las tareas domésticas y cuidados. En concreto, las mujeres trabajan trece horas y los hombres siete, según un análisis deIvalía. Esta "segunda jornada", una sobrecarga laboral debida a su rol de madres y cuidadoras, sigue marcando su vida. La consecuencia es la "pobreza de tiempo", concepto acuñado por el economista Claire Vickery, que implica vivir con menos de tres horas diarias para una misma, para formarse o, sencillamente, para respirar.

En este contexto, Barcelona y Bogotá se han convertido en laboratorios del tiempo. En 2022, Barcelona se estrenó como primera Capital Mundial de las Políticas del Tiempo. Tres años después, Bogotá ha recogido el testigo y ha acogido, del 23 al 25 de septiembre, el foro internacional "El tiempo de las mujeres: género y construcción de ciudad". Una delegación catalana ha viajado para intercambiar experiencias sobre cuidados, movilidad y horarios escolares y laborales. El delegado del gobierno de la Generalitat en los países andinos, Antoni Vicens y Vicens, junto con la Alcaldía Mayor de Bogotá, fueron sus anfitriones. He tenido la suerte de participar en nombre de Barcelona Time Use Initiative y vivir de primera mano la pasión, la creatividad y el enorme esfuerzo desplegado en Colombia para hacer efectivo el derecho al tiempo.

Bogotá se conoce como una de las ciudades del mundo en la que más tiempo se pierde en desplazamientos. Pero allí donde el reloj se convierte en un enemigo, ha sabido inventar alianzas. Las manzanas del cuidado, en Ciudad Bolívar y otras zonas deterioradas, ofrecen servicios comunitarios que liberan horas a las mujeres más precarias, aquellas que viven atrapadas en una cadena infinita de cuidados ajenos, ya menudo sometidos a violencia. El tiempo que no tenían y ni siquiera imaginaban se convierte repentinamente en una posibilidad: estudiar, descansar, vivir, con la creación de lavanderías comunitarias, de espacios para las criaturas o círculos de conversaciones entre ellas.

Barcelona encontró inspiración para sus proyectos de supermanzanas y barrios de cuidados, iniciados hace ya unos años con la iniciativa Vila Veïna, y ahora sigue avanzando en la ciudad más sostenible y democrática. Hay que ser conscientes de que el déficit de tiempo personal no sólo tiene consecuencias sobre la socialización y la salud, sino que a menudo conduce a una falta de participación en la vida pública, en los debates políticos, sindicales o culturales. Las mujeres en edades medias participan menos que los hombres de su generación, lo que implica, en el fondo, un déficit democrático. Como conclusión de los cuatro días de trabajos, seis nuevas ciudades latinoamericanas de Colombia y Ecuador se unieron a la Red de Gobiernos Locales y Regionales por las Políticas del Tiempo que Barcelona lidera, como parte de los esfuerzos de Bogotá de promocionar las políticas del tiempo en la región.

El futuro de las ciudades pasa por ese cambio de mirada. Ya sea bajo el nombre de "ciudad de los 15 minutos", que defiende Anne Hidalgo en París, o de "ciudad de los cuidados" colombiano, la idea es la misma: avanzar hacia las ciudades policéntricas, rediseñar el espacio urbano para que el tiempo cotidiano vuelva a ser humano. En Bogotá preocupa el tiempo de los cuidados, el urbanismo y los servicios de apoyo; aquí debatimos sobre la reducción de jornada, la semana de cuatro días, el teletrabajo o la desconexión digital. Pero la conclusión es la misma: sólo cuando el tiempo deja de estar secuestrado por la prisa, la ciudad puede volver a ser espacio de encuentro, cuidado y sentido.

El 13 de octubre empezó la Time Use Week 2025, que se celebra en Barcelona con Bogotá como invitada especial. Una nueva oportunidad para sumar y extender por el mundo esta sencilla y radical evidencia: el tiempo no es un lujo ni un privilegio. Es un derecho. Y sin derecho al tiempo, no existe democracia ni igualdad real.

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