Derribar a Sánchez

Los motivos del Partido Popular para querer derribar a Pedro Sánchez serán poco elegantes, si se quiere, pero como mínimo son claros: quieren desalojar al PSOE del poder para ocuparlo ellos. Pactando con Vox si es necesario, como han hecho en varias comunidades autónomas (ahora se les ha abierto en Baleares una grieta que puede ser interesante o puede ser un mero disparo adelante del balón por parte de Marga Prohens: ya se verá). Al fin y al cabo, PP y Vox son en esencia una misma cosa: derecha ultranacionalista española, todavía hoy heredera directa del franquismo. Por tanto, los acuerdos entre ellos son lógicos y naturales.

Para conseguirlo, para echar a Pedro Sánchez y al PSOE, se ha desplegado una estrategia que el PP lidera y Vox secunda, con la colaboración indispensable de los medios y las redes afines a la derecha española y –muy principalmente– una parte de la magistratura española que se toma como un deber patriótico la anomalía de poner a la administración de la justicia al servicio de unos intereses políticos concretos. Esta estrategia ya venía de años anteriores, pero se ha intensificado, y de qué manera, desde las elecciones de julio del 23. Consiste en un todo vale continuo en el que se combina la difamación del presidente español y sus socios a través de noticias falsas y mentiras en las redes, con una acción judicial a partir de sumarios inventados y uno real (el caso Koldo o caso Ábalos, que a pesar de ser un caso de corrupción de libro ha adquirido un cariz bastante fantasmagórico con la irrupción de Víctor de Aldama). El propósito es transmitir la idea de que el gobierno de Sánchez no sólo es corrupto, sino que es lo más corrupto que ha habido en la historia, etc. Para ello, la derecha española imita modelos de éxito: Trump es un referente claro, pero también los casos de primeros ministros como Lula da Silva en Brasil o António Costa en Portugal, que cayeron bajo la presión de las campañas de las derechas de sus países. Que las acusaciones que les hicieron caer (y que a Lula da Silva le llevaron a la cárcel) fueran falsas fue lo de menos. En el mundo en el que vivimos, la desinformación es poder.

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Por su parte, los partidos independentistas catalanes también especulan, o flirtean, con la idea de derribar a Pedro Sánchez y su gobierno. El problema es que no se ve con qué finalidad: estos partidos han perdido el Govern y la mayoría que tenían en el Parlament de Catalunya debido a su pésima gestión de los años posteriores al 1-O, pero el hecho de tumbar al gobierno España no les permitiría recuperar estas cotas de poder. Por otra parte, ¿el cambio de una mayoría progresista en el Congreso de Diputados por una ultraconservadora beneficiaría a estos partidos? No, claramente les perjudicaría. ¿Por qué juegan con la idea, entonces? Por resentimiento, en parte. Por impotencia. Y para subrayar que sus votos son imprescindibles para sostener la legislatura española. Pero eso no quita que, cada vez que Puigdemont, Nogueras o Rufián levantan el dedo y el tono de voz contra Pedro Sánchez, la sensación sea la de estar asistiendo a una bravata sin demasiado contenido.