Desmontando mitos sobre el suicidio
Esta semana el departamento de Salut presentaba datos sobre el suicidio –recordemos que esta semana ha sido el Día Mundial para la Prevención del Suicidio–. El año pasado 607 personas se suicidaron en Catalunya, un 5% más que en 2021. Las conductas suicidas (ideaciones e intentos) han aumentado un 14%. Ha crecido su incidencia, así como su detección.
En este sentido, es importante tener en cuenta que durante mucho tiempo el suicidio ha sido un gran tabú, lo que ha provocado que durante muchos años las muertes por suicidio se hayan ocultado de forma sistemática y haya habido un gran silencio respecto al fenómeno. La elevada desinformación ha comportado la creación de muchos mitos –creencias muy arraigadas socialmente que no se basan en ningún fundamento ni evidencia– que han dificultado la comprensión de esta compleja realidad. Por eso es esencial que los desmontemos y construyamos una mirada real para abordar el problema como es debido.
Mito 1: el suicida quiere morir. No es así. Lo que quiere es acabar con el sufrimiento que genera su vida. La vida le resulta demasiado dolorosa para ser vivida, pero el objetivo no es morir. La persona que piensa en suicidarse está absolutamente perdida en la desesperanza y no ve más alternativa que quitarse la vida. Entra en una especie de visión en túnel que hace que no se vean más alternativas. Se siente absolutamente atrapada y encuentra en el suicidio una solución permanente a un problema temporal.
Mito 2: quien lo dice no lo hace y quien lo hace no lo dice. La gran mayoría de los suicidios vienen precedidos por señales de alerta que, en muchas ocasiones, se banalizan o a las que no se presta suficiente atención. Toda amenaza o ideación debe considerarse un riesgo.
Mito 3: el suicidio no puede prevenirse. El suicidio y los intentos de suicidio son previsibles. Lo necesario son políticas (y recursos) para la prevención. El entorno aquí también juega un papel clave.
Mito 4: hablar de suicidio aumenta su riesgo. Al contrario, hablar de ello es liberador para la persona que piensa en ello y para su entorno. Hablar abiertamente en los medios también sensibiliza a la población, disminuye su estigma y promueve su prevención. En entornos clínicos preguntar por la posible ideación suicida no la provoca y, a su vez, sirve para crear empatía y vínculo terapéutico. No tenemos que tener miedo a hablar de ello.
Mito 5: el suicidio solo lo cometen personas con problemas de salud mental. Los trastornos mentales son un factor de riesgo suicida más, como otros muchos, y no tienen por qué determinar la conducta suicida.
Todo ello son mitos que han construido una imagen del fenómeno muy alejada de la realidad.
En este sentido, también es importante hablar de género, porque las diferencias son sustanciales. Aunque se han reducido, tres de cada cuatro tentativas de suicidio son protagonizadas por mujeres. En cambio, tres de cada cuatro muertes por suicidio son hombres. ¿Por qué ocurre esto? El género juega un papel clave por las diferencias en la socialización. Los hombres, por ejemplo, bajo la presión patriarcal, tienen casi vetada su vida emocional y les cuesta más pedir ayuda, expresar su dolor emocional y aceptar lo que les ocurre, sobre todo si lo que les ocurre tiene que ver con sentimientos de vulnerabilidad. Por el contrario, las mujeres cometen más intentos porque la situación de desigualdad en la que se encuentran acaba generando más fuentes de malestar emocional, más desesperanza, más experiencias de victimización... pero al mismo tiempo estamos más acostumbradas a mostrar nuestra parte emocional y entre las mujeres está menos penalizado pedir ayuda. Las chicas de entre 12 y 25 años son el colectivo con mayores intentos y pensamientos de suicidios, pero utilizan métodos "menos contundentes" que los hombres y su petición de ayuda permite mejorar la detección. A este respecto encontramos un dato durísimo: el suicidio es la primera causa de muerte absoluta en la franja de edad de los 15 a los 29 años. Aunque las tasas de suicidio aumentan con la edad, porque cada vez son más planificados y letales. Por eso uno de cada tres se producen en edades muy avanzadas.
El suicidio es un problema multifactorial, con una vertiente individual, pero también una estructural de carácter social, económico, cultural... La OMS apunta que en 2030 la principal afectación en la salud será la depresión, que nace de una profunda desesperanza frente a la vida. Son datos que apuntan a un futuro social muy preocupante.
Es necesario que haya políticas preventivas para hacer frente a esta grave problemática, pero también hay que recordar que todo el mundo puede convertirse en un agente de prevención (porque esto no depende solo del sistema de salud o del de salud mental). Como sociedad debemos empujar y trabajar conjuntamente para revertir esa desesperanza que cada vez ocupa más historias personales, y construir vidas que valgan la pena ser vividas y disfrutadas.