Contra el despotismo lingüístico

1. Resentimientos. Las últimas exhibiciones de la derecha española han vuelto a poner de actualidad el debate sobre la lengua. Y han evidenciado que el nacionalismo hispánico ha ido dejando de lado las señales de prudencia y contención que había demostrado cuando buscaba permanentemente el apoyo de CiU y el PNV, convertidos en clave de la alternancia política en España. Y así fue como se fue dando reconocimiento al catalán y al vasco y a las otras lenguas del marco plural ibérico. Eran evidentes las resistencias, pero incluso Aznar dio pasos significativos con el president Pujol en la normalización del catalán. Y aunque para el nacionalismo español el castellano era la lengua de todos y las demás eran extravagancias que desafiaban el marco nacional, la presencia territorial de la diversidad lingüística estaba asumida, aunque fuera a contrapelo.

Desde 2017 esto ha cambiado y para una parte importante de la cultura española las lenguas periféricas vuelven a ser una amenaza. ¿Por qué ahora? ¿Por qué pasar de una tolerancia de facto, a pesar del dolor de los que ven las lenguas diferenciales como una amenaza a la patria, a volver a señalarlas como un peligro? Más allá de los resentimientos generados por el desafío independentista, y de la frustración por la exigua manifestación de Madrid, que ha acabado abriendo la vía a la confrontación dentro del propio PP, existen también otras razones que explican la agitación de los últimos días. Toca subir el tono: ahora el catalán ya no es solo un estorbo, sino un virus que amenaza a la patria española.

Cargando
No hay anuncios

Hay mucho ruido, mucha chulería, en todo ello, fruto de una dinámica muy concreta de la política de este momento. Por circunstancias propias del caso español, pero también del marco general, en el que los nacionalismos son signos del tiempo. Empecemos por el primer punto, el más prosaico. Sánchez intenta capitalizar el post Procés, aprovechar el clima de cierta distensión después de los momentos de alta tensión –de la represión a la frustración–, buscando complicidades y evitando confrontaciones. Y validando el reconocimiento al catalán, y de paso a otras lenguas periféricas –las conquistas catalanas siempre tienen estos efectos compensatorios–, asume la normalidad. Pero el PP necesita la guerra para aspirar a volver a gobernar, y hace de la lengua patria un instrumento de resistencia.

Cargando
No hay anuncios

2. Animales que escriben. Es evidente que la lengua es un factor clave de nuestra condición de humanos, animales con lenguaje hablado y escrito. Las lenguas nos socializan y singularizan y es innegable que marcan la cultura, la forma de estar en el mundo de una comunidad. Por eso se ha asociado tan a menudo lengua y nación. Nos delimita un horizonte: la palabra con la que nos comunicamos, que da sentido a elementos referenciales compartidos. Conscientes de que la diversidad lingüística es un rasgo esencial de la humanidad y de que cada vez tiene menos sentido, en un mundo globalizado, aspirar a una nación con una sola lengua. Pero precisamente el reconocimiento de la pluralidad lingüística, innegable en una sociedad abierta, no es incompatible con el reconocimiento de lo que la historia ha configurado como lengua propia. Y, de hecho, la lenta construcción de la diversidad lingística ha sido una singularidad de la transición española.

Volvamos a lo más prosaico. Si ahora el conflicto lingüístico vuelve, y lo hace con expresiones poco matizadas que presentan el multilingüismo como un monstruo con muchas caras, es porque el sistema político español está mutando, y la alternancia ya no se juega en el centro como antes. Y en la derecha se hace determinante el peso de la extrema derecha. Las maniobras contra el catalán responden a este espíritu: una sola lengua, un despotismo iliberal. Y la complejidad, la sociedad pluricultural, la riqueza de las naciones, molestan.

Cargando
No hay anuncios

Y, sin embargo, la cuestión ahora ya no debería ser qué hacer con las lenguas oficiales que pretenden abrumar a las naciones, sino cómo se hace lugar a la pluralidad lingüística en unas sociedades de composición verbal cada vez más abierta. Sin renunciar al rol referencial de la propia lengua: el vínculo entre el habla y el estado de espíritu de un país. Pero teniendo presente, como ha dicho Pere Lluís Font, que "quien solo conoce su lengua no conoce ni su lengua".