El día que Keynes miró lejos

John Maynard Keynes, tan focalizado en el corto-medio plazo que nos ha dejado la frase "en el largo plazo todos estaremos muertos", se pronunció al menos una vez sobre el largo plazo. Fue en 1930 en una conferencia en el Ateneo de Madrid. En medio de una economía en profunda depresión y sufriendo de "un grave ataque de pesimismo económico", se manifestó sorprendentemente optimista sobre las "posibilidades económicas de nuestros nietos" (el título de la conferencia). Decía: "Sufrimos, no por el reumatismo de la vejez sino por los dolores de crecimiento que generan los cambios muy rápidos". La expresión "paro tecnológico" se introduce en esta conferencia. Keynes la concluye añadiendo (parafraseo) que "el ritmo al que llegaremos a la plenitud (bliss) económica dependerá de nuestra capacidad para controlar la demografía, nuestra determinación para evitar guerras y enfrentamientos civiles, y nuestra confianza en la ciencia".

Pasados ​​cien años, ya grandes rasgos, podemos afirmar que el optimismo de Keynes estaba justificado que es ha llegado a ninguna población multiplicado por cuatro, sin embargo, el factor ciencia ha hecho posible un crecimiento remarcable del nivel de vida. así como de otro grave ataque de pesimismo económico.

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Pienso que el pesimismo que era injustificado en 1930 también lo es ahora, y que los factores clave que determinarán el ritmo de aproximación, no hacia la "plenitud" de Keynes sino hacia una situación de progreso sostenible (incluida la huella de carbono cero), son los mismos que señala Keynes: la demografía, la demografía, la demografía. Repasémoslos mirando hacia el futuro.

1. La demografía.Tomo como algo que el volumen de población mundial es lo que es y no juzgo si es excesivo o no. De lo que estoy seguro es que, si la política y la ciencia deben realizar el trabajo, es imperativo acotar su crecimiento. Y en ese aspecto el optimismo está justificado. Los demógrafos anticipan un crecimiento máximo del 25% en las próximas décadas. Ahora bien, esta población estará mal repartida, lo que generará procesos migratorios intensos y fuertes tensiones. Cómo la gobernanza global sea capaz de gestionarlas condicionará el ritmo de progreso.

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2. Los cien años de Keynes vivieron la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. Sería interesante especular sobre dónde podríamos estar hoy si nos lo hubiéramos ahorrado. En cualquier caso, no podemos permitirnos jugarnos el futuro a la posibilidad de sobrevivir a otro conflicto como éste. Sobre este aspecto quiero ser optimista, aunque no puedo serlo de forma absoluta. Ni el precedente cercano, ni la historia del mundo –hace muchos años de la Pax Romana– ni los eventos del presente dan pie al optimismo. Pero seamos optimistas. Ahora bien, ¿ser optimista hoy en cuanto a una gobernanza del mundo facilitadora del progreso significa lo mismo que significaba para Keynes en 1930? Pienso que no: las interdependencias económicas del presente piden, por los retos actuales, que la cooperación multilateral vaya más allá que simplemente evitar guerras y conflictos civiles. Y en ese otro aspecto, más exigente, hoy no podemos ser optimistas.

3. Si, pese a un crecimiento descomunal de la población, una guerra mundial y varias revoluciones, la economía mundial ha prosperado tanto en los cien años de Keynes debe ser porque los avances científicos lo han hecho posible y porque un nivel muy alto de cooperación internacional no ha sido indispensable. Mirando al futuro, no hay razón para pensar que la frontera de la ciencia y de la técnica no seguirá expandiéndose si le dedicamos esfuerzos y recursos. Además, el reto demográfico es más manejable: el ritmo de crecimiento se acerca a cero. Son dos aspectos favorables. Pero tenemos uno desfavorable: las estructuras –hoy en retroceso– de la gobernanza global. Retos como el cambio climático (piensa en los derechos de emisión) o la posibilidad de influir sobre la forma en que el mundo adopta nuevas tecnologías (piensa en la regulación de la IA, o en qué medida se prioricen o no las tecnologías estrictamente militares) dependen de una buena cooperación multilateral en un grado superior que en el pasado. Si no la tenemos, el motor de la ciencia quedará debilitado.