Divorcios en la tercera edad
Desde que el divorcio está presente en nuestra sociedad, se han analizado mucho y desde todos los puntos de vista las consecuencias que puede tener este hecho para los niños. La ficción también se ha ocupado sobradamente de las heridas que los hijos de padres separados pueden arrastrar. Hace sólo unos meses hemos podido leer Los astronautas, de Laura Ferrero, donde la autora recrea en una narración intensa y apasionante su vida a partir de un hecho decisivo: sus padres se separaron antes de que ella pudiera guardar en la memoria el matrimonio de los progenitores y, por tanto, el concepto de familia.
Ahora, Nórdica Libros ha publicado en castellano la novela de la autora noruega Helga Flatland Una familia moderna. En esta ocasión, el divorcio de unos padres septuagenarios es el punto de partida para retratar la reacción de los hijos y reflexionar sobre las inesperadas consecuencias que tal hecho puede provocar en una vida adulta.
Helga Flatland escribe con una voz libre, reflexiva y tolerante que me ha recordado la de otras autoras nórdicas como la sueca Marianne Fredriksson o la holandesa Renate Dorrenstein, y también he encontrado semejanzas con las novelas de ' Anne Tyler, Jhumpa Lahiri o Elizabeth Strout.
Los protagonistas de la novela son tres hermanos, Liv, Ellen y Hakon, que han crecido arropados por unos padres atentos y abiertos, en una familia tolerante que les ha hecho sentir en un entorno seguro y que les ha transmitido algunos valores como el compromiso y la lealtad.
La inesperada decisión de sus padres de separarse cuando entran en la etapa de la vejez –y la consecuencia lógica, la venta de la casa familiar–, provoca un estruendo emocional en estos tres jóvenes adultos. En lugar de la armonía familiar a la que estaban acostumbrados, ven aparecer sentimientos más negros como la traición, los celos o la depresión. Para hacerle frente, los hermanos pasan por una primera etapa de aislamiento, que les distancia, y después acaban reencontrándose. Como señala Helga Flatland, es el precio que hay que pagar por tener una relación buena y sincera entre hermanos, que amarse a veces duele.
En mi entorno no he vivido casos similares –quizás aún vayamos unos años atrasados respecto a Noruega y también nos acabará pasando–. Pero sí puedo constatar que, en la edad madura, los padres son todavía un eje fundamental en nuestra vida. O bien porque ya han muerto, o porque están enfermos y son dependientes, o porque, al contrario de la novela, siguen viviendo juntos aunque lleven años perdiendo, no la ilusión, sino un mínimo de respeto mutuo .
Como dice uno de los personajes deUna familia moderna, los padres son una red de protección que puede salvarte en cualquier momento. Cuando no están, o pasan a depender de ti o no se comportan como esperabas, los hijos e hijas se tambalean, por maduros que sean. Es una de las pocas cosas que nos une a todos.
He visto una película que también liga este hilo: All of us strangers, sobre un escritor que perdió a sus padres cuando era pequeño y, al empezar a escribir sobre ellos, la nostalgia le permite imaginar que les puede reencontrar tal y como estaban en la casa donde fueron felices.
Nunca se habrá escrito lo suficiente sobre lo fundamental que son –para bien o para mal– las personas que nos hicieron crecer y ser como somos.