Dolors Montserrat y la política tóxica
Tras fracasar tan notablemente como portavoz del PP en el Congreso (no llegó al año en el cargo) que sus intervenciones nerviosas, atropelladas y pretendidamente ocurrentes todavía se recuerdan como ejemplo de cómo no debe comunicar una portavoz, Dolors Montserrat continuó su carrera política en el Parlamento Europeo. Allí se ha distinguido por su obsesión contra la educación en catalán en Catalunya, algo bastante triste, tratándose de una catalana, porque conoce de primera mano cuál es el equilibrio de fuerzas entre el catalán y el castellano en Catalunya .
Pero aparte del estilo victimista que practica (debería darle vergüenza que se hablara de discurso de odio cuando el castellano disfruta de un estatus obligatorio que el catalán no tiene), lo que es más patético es la utilización que hace del comité que preside para continuar con su monotema. Por un lado, de la agenda. Como le decía ayer una eurodiputada española, hay miles de peticiones que esperan ser atendidas pero a Montserrat no le interesan. Ella va a lo que va la triple derecha nacionalista española (PP, Vox, y Ciudadanos) en la Eurocámara: hacer ruido contra el independentismo para atacar a Pedro Sánchez y hacer el corte de voz para las cadenas españolas y para la campaña electoral que está muy cerca. Por otro, del prestigio del Parlamento Europeo, consiguiendo que cuando se habla del catalán no se debata nada, sino que el comité quede arrastrado a la altura de la discusión tabernaria. Un político tiene derecho a decidir qué batallas quiere librar y cómo quiere ser recordado. Y nosotros, a considerar que esta forma de hacer política es tóxica.