El drama oculto del sinhogarismo femenino

BarcelonaEl número de mujeres que viven en la calle es significativamente inferior al de los hombres, y esto hace que a menudo su drama pase desapercibido, que su pobreza esté invisibilizada. Se calcula que del millar de personas que duermen en la calle cada día en Barcelona, unas 80 son mujeres. El motivo, según los investigadores, es que la calle es siempre el último recurso para las mujeres porque saben que es un espacio especialmente hostil y difícil. Es habitual, por ejemplo, que tengan que hacer frente a casos de violencia o abuso sexual. La vida en la calle no es fácil para nadie, pero todavía menos para las mujeres. Por eso antes de llegar a esta situación prefieren otras formas de vivir que pueden ser iguales o más duras, como por ejemplo compartir infraviviendas con mucha más gente o vivir directamente en asentamientos barraquistas. Algunas de estas mujeres, además, tienen hijos a su cargo que sufren el estigma del sinhogarismo. ¿Alguien puede imaginar lo que pasa por la cabeza de una mujer que no puede ofrecer un hogar a su propio hijo?

Aún así, en estas condiciones tan extremas y adversas, muchas mujeres consiguen salir de su situación y sus historias resultan inspiradoras. Este domingo publicamos un dossier especial sobre sinhogarismo femenino realizado por la periodista Clàudia Frontino y que ha sido galardonado con el premio de investigación periodística Montserrat Roig del Ayuntamiento de Barcelona. Además de explicar el marco general de este tipo de pobreza invisibilizada, explicamos las historias de ocho mujeres que han vivido el infierno de tener que buscar cada noche un lugar cobijado para dormir. Son Carmen, Jimena, Nora, Anna Maria, Beatriz, Daybelin, Julia y Juana. Cada una ha pasado una experiencia diferente, pero a todas las une el hilo de la resiliencia, de las ganas de salir del pozo para no tener que caer en él nunca más. Gracias a todas ellas conocemos el drama de las mujeres que trabajan como internas y que no tienen ninguna parte donde ir durante el día o los días que tienen libres. Para estas mujeres trabajo y techo van de la mano, y el miedo a perder el puesto de trabajo las acompaña siempre. También para las mujeres con hijos que viven en los asentamientos o en naves abandonadas y que saben que sus hijos no dicen nunca a sus compañeros dónde viven para no pasar vergüenza.

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Es evidente que hay entidades como la Fundació Arrels o los servicios sociales que intentan hacer de red, pero no llegan a todas partes. Muchas de estas mujeres se encuentran en situaciones muy precarias, y expuestas a ser engañadas, estafadas o a sufrir abusos. Hace falta un trabajo mucho más proactivo de irlas a buscar para ofrecerles una solución adecuada a su caso. Dentro del conjunto del sinhogarismo, las mujeres y sus hijos son el eslabón más débil, los que están más expuestos. Por suerte, cada vez hay más recursos para estudiar estos fenómenos, y también investigadores como Albert Sales, experto en exclusión residencial del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona. La conclusión, sin embargo, siempre es la misma: no puede haber una vida digna sin un hogar digno.