El ejemplo de Marc Gasol

Más a menudo de lo que pensamos, en este país estamos de suerte con el temple que demuestran muchos de nuestros conciudadanos. Lo escribo pensando en Marc Gasol. Ha dejado de ser jugador de baloncesto a los 39 años (“la última temporada me persiguieron los dolores propios de la edad y fui viendo que se acercaba el final”) y ha descrito con palabras precisas un proceso por el que todo el mundo ha pasado alguna vez: "Ha sido duro y hay una parte de mí que no está de acuerdo con esta decisión".

Pero su despedida no ha sido el típico adiós de la estrella que se retira entre lágrimas, mientras en la pantalla pasan los vídeos con el We are the champions y el rótulo inacabable con la estadística de todos sus logros, sino que Marc Gasol nos ha contado una historia: se ha pasado la vida buscando su sitio en un mundo que le reservaba el de ser el hermano de Pau, que primero fue el hermano mayor y después un mito.

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Ha ido arriba y abajo cambiando de clubs, lo ha ganado todo y precisamente porque lo ha ganado todo la pregunta aún le ha resonado más fuerte la cabeza: “¿Y ahora qué?” Y finalmente ha obtenido la respuesta: ha acabado siendo presidente y propietario del Bàsquet Girona, ciudad en la que ha encontrado su lugar en el mundo, entre la competición, la formación y la responsabilidad social.

Marc Gasol tiene el tono y el estilo de los ganadores pero es consciente de que los logros que no se pueden compartir te dejan insatisfecho y solitario en el rincón de los egoístas. Marc Gasol nunca ha dejado de trabajar su talento en la pista y por eso ha sido un campeón. Y como nunca ha dejado de preguntarse "¿y ahora qué?", es un ciudadano que nos honra.