Empatía con el sector porcino, de ida y vuelta

La preocupación por la aparición de la peste porcina es comprensible, porque las exportaciones catalanas de carne de cerdo superaron los 3.000 millones de euros en 2024. Puesto en relación con otros sectores, el agroalimentario representó el 19% del PIB, y las exportaciones de porcino supusieron el 19% del total de ventas. Son números muy altos.

Por eso es vital que los brotes detectados en jabalíes no pasen a las granjas, objetivo que ha llevado al conseller de Agricultura, Òscar Ordeig, a pedir que la gente no entre en las áreas donde se ha restringido el paso, "sea por empatía con la ganadería, el mundo rural o la economía". Entendidos: estamos ante una cuestión de interés estratégico nacional y la colaboración ciudadana es del todo exigible.

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Pero aquí es donde hay que recordar que la palabra empatía debe ir en las dos direcciones: del país hacia el sector, pero también del sector hacia el país. Y esta empatía no siempre ha existido: cuando ha habido casos de vertidos a escondidas de millones de litros de purines, cuando se han superado los límites permitidos en el vertido de purines para el abonado de los campos –que ha provocado la contaminación de numerosos acuíferos– o cuando se han encontrado concentraciones de agua decenas de municipios de nuestro país.

El sector porcino es muy importante, pero ha dejado una huella en el territorio que en muchos casos ya es irrecuperable. Cuando pase esta crisis será el momento oportuno para decidir cuáles son los niveles de producción y crecimiento del sector que Catalunya puede permitirse, si no queremos que el negocio lo justifique todo.