La escuela brilla durante el apagón

El día en que todo se apagó, las escuelas siguieron abiertas hasta que la última familia recogió a los niños. Algunas familias se habían organizado para llevarse a sus hijos ya sus amiguitos. Otras, preocupadas, se presentaron antes de tiempo o se ofrecieron para ayudar. Ante algunas versiones alarmistas de lo que ocurría, hubo que tranquilizar. El comedor sirvió el almuerzo, aunque algunos comieron frío. Se lavaron platos si había agua o se utilizaron platos de papel. Las extraescolares, en muchos centros, siguieron con normalidad, quizá en el patio para aprovechar la luz del día. Ante el caos viario, los equipos directivos decidieron acompañar personalmente hasta casa a algún niño. Al final del día algunos maestros fueron acogidos o acompañados en casa por compañeros de claustro.

Mientras el país vivía una escena insólita de calles con corruas de gente, estaciones colapsadas, colas para comprar transistores y linternas y un ambiente de desconcierto general, en los patios de las escuelas los niños jugaban como cualquier día a pelota o rayuela. Y pudimos oír de nuevo el lema de las escuelas seguras.

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En su comparecencia, la consellera Parlon envió un mensaje de calma: "En las escuelas los niños y niñas podrán estar en sus aulas hasta que los padres, madres, abuelos o abuelas puedan ir a recogerlos. Así que, tranquilidad, ya que debemos evitar toda la movilidad que sea prescindible". Mientras lo decía, miles de personas chocaban con obstáculos para hacer precisamente eso: recoger a los niños. Y cuando todo el mundo se preguntaba qué pasaría al día siguiente –y algunos ya se habían ido a dormir–, el departamento comunicó que se preveía actividad lectiva, siguiendo el pronóstico de recuperación del servicio eléctrico. Lo que no pudo preverse fue la inactividad de los trenes y los problemas adicionales que iba a causar.

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Cada lugar respondió de forma diferente: en Cataluña se mantuvo la actividad lectiva; en Madrid o Valencia, los centros abrieron, pero sin clases; en Cantabria y Castilla-La Mancha, permanecieron encerrados. Las distintas respuestas son dignas de estudio. Pero más allá de las decisiones gubernamentales, lo que quiero destacar es que la gestión real de la crisis recayó en cada centro. De nuevo se reveló el papel clave de las direcciones a la hora de liderar y gestionar un centro educativo, y más que nunca en situaciones de crisis. Por eso, al día siguiente del apagón el comunicado de la consejera de Educación y Formación Profesional, Esther Niubó, fue más que acertado, agradeciendo a los profesionales de los centros educativos su compromiso y su vocación de servicio público, que permitieron asegurar el funcionamiento de los centros y la atención a las familias a pesar de las dificultades. Les agradeció que estuvieran en todo momento al pie del cañón.

Estos días, inevitablemente, muchos han recordado otras situaciones de emergencia como la pandemia o, más recientemente, la DANA en la Comunidad Valenciana, que forzó el cierre de más de 400 escuelas durante semanas. Aún ahora se están recuperando infraestructuras y espacios. La reconstrucción de una emergencia no es sólo logística: también emocional. Seis meses después, la incertidumbre, las pérdidas y el estrés siguen impactando en niños, familias y docentes.

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Recordémoslo: en cualquier emergencia, la educación es un derecho que no debe ser vulnerado. Por eso en Cataluña los centros disponen de planes de contingencia, enmarcados dentro del Procicat, que prevén la reorganización de espacios, la comunicación con las familias, la docencia a distancia o la coordinación con las autoridades. En educación, después de la covid se acentuó la importancia de estar preparados para dar clase online. Ahora hemos visto hasta qué punto somos vulnerables cuando existe desconexión y la digitalización no sirve de nada. Por ello, ningún plan podrá sustituir el liderazgo activo de las direcciones escolares.

En su último informe del estado de la educación en el mundo (GEM Report 2024), la Unesco recomienda que los responsables políticos y las organizaciones internacionales no pasen por alto la importancia de los líderes escolares. Invertir en su formación, selección y soporte es clave para garantizar entornos de aprendizaje seguros y de calidad. Las direcciones son centrales para gestionar situaciones complejas, tomar decisiones y mejorar la calidad educativa, muy especialmente en situaciones de crisis, en las que su liderazgo es fundamental para mantener la continuidad educativa y el bienestar de la comunidad escolar. Como dice el informe, los directores eficaces garantizan que sus escuelas sean seguras, saludables e inclusivas.