Del artículo del historiador Ferran Soldevila (Barcelona, 1894-1971) que abría el primer número de Revista de Cataluña (VII-1924), publicación de alta cultura fundada por Antoni Rovira i Virgili, historiador y periodista. Esta primavera celebramos el centenario del nacimiento de la revista catalana de prestigio que se ha mantenido vigorosa pese a unas breves interrupciones durante la República, y el largo exilio itinerante impuesto por la dictadura franquista que parecía haberla borrado de la memoria colectiva . En 1986 la recuperó el editor Max Cahner. Junto a Bernat Metge, es la institución intelectual catalana que desde hace un siglo asegura mediante ediciones impresas una transferencia social de conocimiento de gran nivel.
Con motivo de la guerra [la de 1914-1918] y de la posguerra se ha hablado mucho de pueblos de espíritu belicoso y de espíritu pacífico, de pueblos fáciles a la revuelta y de pueblos agarrados a la sumisión . Se han realizado comparaciones entre los soldados de los ejércitos beligerantes de la gran guerra, en cuanto a frugalidad, resistencia y ardidez; [...] La esperanza y la posibilidad del auxilio extranjero (y por supuesto la seguridad) atienden a un pueblo oprimido a sacudirse su yugo, y le dan una fuerza y una confianza que, de lo contrario, no tendría . Es raro, en los tiempos modernos, el caso de un pueblo subyugado que se subleva sin que en su revuelta intervenga alguna potencia extranjera, enemiga del pueblo opresor; y es más raro aún el caso de un pueblo subyugado que, sin la ayuda extranjera, triunfe completamente en su lucha por la libertad. Por eso una de las peores cosas que pueden convertirse en una nación caída que quiere enderezarse, es que, por una causa o por otra, el Estado dominador no tenga enemigos. [...] En cuanto a Cataluña, si miramos la historia de sus revueltas, veremos también que intervienen, ayudándola, pueblos extranjeros. En la revuelta contra Juan II es, al principio, Castilla, y, más adelante, Francia. Entonces de la revuelta contra Felipe IV, la confianza en la ayuda francesa alienta a Claris en sus decisiones, y Cataluña es sostenida por Francia durante los doce años de lucha. En la guerra contra Felipe V, el pacto de Génova era para los catalanes una garantía de protección por parte de Inglaterra, y el reconocimiento del archiduque Carlos como soberano una firmeza de sostén por parte de Austria y de sus aliados. Una observación forzosamente incompleta: al igual que hay pueblos que, dando la impresión de pueblos pacientes y sufridos, sorprenden a sus tiranos con una inesperada revolución, hay pueblos que desorientan en sentido contrario. Hay pueblos formados por individuos busca-razones y bravateadores que parecen incapaces de aceptar sumiso ningún agravio, y que, en realidad, son incapaces de ninguna acción defensiva de carácter colectivo. No hay que confundir el espíritu belicoso con el espíritu reñinoso o cuestionero. Muy a menudo los pueblos dotados de ese espíritu no son sino pueblos poco aptos para la guerra. Las gentes del Mediodía de Francia, por ejemplo, pertenecen más bien al segundo grupo de pueblos que al primero. Individualmente un pescador bretón es mucho más pacífico que un pescador marsellés, por ejemplo. Sin embargo, en la guerra, aquél es superior a éste. En España no son los murcianos, hombres del cuchillo siempre a punto, los soldados más toros en la guerra, ni ciudadanos los más independientes en la paz: la forma de sujeción colectiva que es el caciquismo ha alcanzado modos perfectos en las tierras de Murcia. ¿A cuál de esos dos grupos pertenece el pueblo catalán? ¿O es que no pertenece a ninguna? ¿En qué concepto nos tienen los demás pueblos? La llamada de belicosos e independientes que tuvimos en los tiempos medievales y en los siglos XVI y XVII, ¿se ha borrado en los siglos posteriores?