La alternativa al buenismo

El alcalde de Badalona, Xavier Garcia Albiol, hablando con los vecinos concentrados frente a la parroquia que ha acogido desalojados del B9.
23/12/2025
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La decisión de dejar en la calle a cuatrocientas personas sin techo a golpe de porra policial ha degenerado en una crisis social extremadamente grave en Badalona. Manifestaciones enfrentadas, intentos de linchamiento contra las personas expulsadas del B9 por parte de grupos de vecinos, imposibilidad de alojar a un grupo de estas personas en una iglesia, ni siquiera con la asistencia de Cruz Roja, porque había riesgo real de un brote de violencia. Dentro de la desgraciada naturaleza de todo ello, lo único que habrá sacado es que al menos quedan en evidencia un tipo de personajes, y también un tipo de discursos, tristemente habituales en nuestros días: los que odian lo que llaman "buenismo".

Flagell, en efecto, del buenismo (sinónimo también del wokismo), Albiol decidió dar un supuesto golpe de autoridad que ha tenido como resultado un fracaso absoluto. Un fracaso institucional, político y social (las administraciones públicas, también la Generalitat y la Delegación del gobierno español en Cataluña, han quedado retratadas en su inacción, con las habituales excusas sobre tener o no tener determinadas competencias). Un fracaso que sólo pagan, en carne propia, las personas desahuciadas del instituto B9. Criticar el sistema de acogida puede tener o no tener sentido, pero incluso Albiol puede comprender que expulsar a palos a las personas sin hogar, y dejarlas en la calle sin haber previsto ninguna forma de ayudarlas, no sólo no soluciona ningún problema sino que los agrava y crea nuevos.

De hecho, no se pretende solucionar ningún problema, sino apuntalar un sistema social y económico basado en la desigualdad. Un sistema en el que las posibilidades de abrirse paso a la vida vengan determinadas por la capacidad económica de cada individuo, de la familia o del entorno en el que le toque nacer o crecer. También por su procedencia o color de piel, por supuesto. El problema ni siquiera es Albiol, que por sí mismo apenas es nadie, sólo otro fantoche hinchado por los medios y por la política. Igual (más pequeño, pero igual) que Ayuso, Milei, Trump y el deprimente desfile de abusadores y estrangular pobres que vemos triunfar todos los días, votados por masas de gente que deposita sus esperanzas, o sus bajos instintos, en el lobo metido en el papel de pastor de ovejas.

No es cierto, tampoco, que la gente de clase trabajadora, o humilde, odie a los que son más pobres que ellos: eso si acaso los racistas, o los aporofóbicos, porque ser de clase trabajadora o humilde no es incompatible con ser racista o aporofóbico. Es mucho más interesante el ejemplo que ha dado Ángela Valeiras, una médica jubilada de Badalona que ha acogido a dos de los desahuciados del B9 durante unos días en su casa, hasta que han tenido adónde ir. "Si lo contrario del buenismo es el malismo, yo elijo los buenos", ha dicho Valeiras. En efecto: en política, el "buenismo" se articula a través de la también denigrada socialdemocracia. El "dolentismo", en cambio, se articula a través de la ultraderecha, que esencialmente es la ideología de los depredadores y cobardes.

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