Espuma de placenta con nuestra interpretación de la cuarentena y calostro en tres texturas

Leo en el ARA que unos influyentes que viven en Ibiza (y que "son muy conocidos", que es una expresión que me encanta) han tenido un hijo y han explicado cómo "hacen píldoras comestibles con la placenta".

Se ve que hay quien encuentra que "su consumo puede tener muchos beneficios para la madre, como ayudar a la producción de leche, reducir los efectos de la depresión postparto y contribuir a la recuperación postnatal". Nada que decir, como nada que decir del parto bajo el agua o de la tendencia de no poner pañales y dejar que todo fluya. Ahora bien, hacer píldoras (se ve que la deshidratan) me parece muy hipócrita.

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Si te quieres comer la placenta, cómetela bien.

Si quieres hacer placenta, hazla con todos los eres y uds. Llama a un chef, tú que tienes posibles. Que te la haga con una salsa como la de la tripa, algo picantita y con garbanzos. O que te saque un mar y montaña (placenta con alpargatas). Que te haga ceviche o un niguiri creativo. ¿Y un bikini de placenta con queso y trufa? ¿Y tortilla de placenta con champiñones? Y huevos fritos con tiras crunchy de placenta? En fin, ¿y espuma de placenta con nuestra interpretación de la cuarentena y calostro en tres texturas?

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Por favor, lo que sea, pero píldoras de placenta desecada, no. Cuando éramos pequeños nos dieron cerebro y nos dieron turmas. Sí. Eran elementos que tenían "muy alimento" y que era necesario, pues, enmascarar, para hacérnoslos pasar. Ninguno de nosotros habría querido cerebro (ya no digo testículo), ni si los zombis hubieran sido, entonces, populares como ahora. ¿Y cómo se hacía esto? Con dos acciones combinadas que solían llevar a cabo las abuelas de la casa: mintiendo ("son croquetas de pollo, ya verás que buenas") y, sobre todo, haciendo lo que debería ahora hacer con la placenta. Lo que toda la vida ha hecho que todo mejore, que todo nos guste: rebozándolo.