Europa: la perplejidad de la impotencia

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Von der Leyen y Netanyahu reunidos en Tel Aviv el pasado 13 de octubre.

1. Confusión. "Habría sido una oportunidad para proponer una reflexión sobre el papel de la literatura en momentos difíciles y dolorosos". Así ha reaccionado la escritora palestina Adania Shibli a la decisión de los responsables de la Feria de Frankfurt de anular el acto de entrega del Liberaturpress 2023 concedido a su novela Un detalle menor. La Feria, que ha expresado la voluntad de hacer las voces israelíes "especialmente audibles", reduce el espacio a las palestinas.

En Francia se prohíben las manifestaciones de apoyo a los palestinos, en un clima marcado por el asesinato, el 13 d octubre, del profesor Dominique Bernard, por un terrorista islamista, coincidiendo con el tercer aniversario del atentado contra el también profesor de instituto Samuel Paty. La jornada escolar del lunes se dedicó a la memoria de estos atentados, sin incidentes, en un clima en general respetuoso. Al mismo tiempo, la izquierda se fractura ante la intransigencia de la Francia Insumisa, que se niega a condenar la brutal agresión de Hamás. Y ante las reacciones suscitadas por la llamada incondicional de apoyo a Israel, el presidente Macron se ve obligado a precisar: "No debemos confundir la lucha contra el terrorismo y el terrorismo de Hamás con los derechos humanos más elementales".

Si añadimos los equilibrios de la presidenta europea Von der Leyen, que, tras proclamar su apoyo incondicional al gobierno de Israel, ha pedido, con la boca pequeña, respeto por la población palestina, vemos cómo la sombra de la crisis de Gaza se extiende por Europa entre el sectarismo y la confusión, entre la natural tendencia a apoyar al más fuerte y la indignación. Y, sin embargo, todo es necesario decirlo, esta crisis está haciendo tan evidente la crueldad del conflicto que está cuajando más que nunca la idea de que no hay peor daño que la pérdida de la noción de límites y que, por este camino, no se resolverá ningún problema. Y menos una situación tan trágicamente estancada como la que se vive en Israel y Palestina.

Thomas Piketty ha aportado al debate un grano de realismo económico: “Europa absorbe el 35% de las exportaciones israelíes: es hora de utilizar el arma comercial”. Puede parecer cierta ingenuidad cuando las bombas no paran, y, sin embargo, la sugerencia tiene sentido: la determinación económica en última instancia, que decía el clásico.

Pero ha sido una superviviente del Holocausto, Edith Burck, quien ha hablado con más claridad y contundencia: "La venganza no sirve para nada".

2. Reemplazo. Una vez más Europa deja señales de desorientación: confusión, discrepancias encubiertas, sensación de impotencia, dificultad para encontrar su sitio. Y cualquier cosa se aprovecha para hacer reaparecer los fantasmas de siempre, alimentando los miedos crónicos de poblaciones que temen por su futuro y confortabilidad. Como todo conflicto que viene de Oriente, la crisis de Israel desvela las bajas pasiones, las obsesiones que se hacen crónicas en países que necesitan fuerza laboral externa, pero se comportan de forma reactiva por los miedos de unas clases populares descolocadas en el paso del capitalismo industrial al financiero y digital. Vuelve a aflorar el miedo a los que vienen de fuera, en sociedades que hace mucho tiempo que no son homogéneas, pero que se resisten a asumir su heterogeneidad y convierten a los recién llegados, jerarquizados por criterios de clase y de etnia, en cabezas de turco de las propias penas.

En Francia este juego es especialmente sensible cuando el conflicto de Palestina rebrota. Entre cinco y seis millones de musulmanes y seiscientos mil judíos forman parte de la población francesa. Cuando saltan las chispas, irrumpe el miedo, una peculiar toma de conciencia de la realidad que genera inquietud. Y cuando la acción de los radicalizados que toman la vía del terrorismo llega a la puerta de las escuelas y mata a profesores –es decir, atacan al sistema educativo laico, pilar de la República–, todo se dispara. La extrema derecha, al acecho, se suelta: “La izquierda nos lleva al reemplazo por un pueblo extranjero”, irritante fantasía que despliega Jordan Bardella, el número dos de Marine Le Pen.

En tiempos de mudanza, como vemos en toda Europa, la derecha se radicaliza y la extrema derecha se hace fuerte. Sin embargo, en medio de la vorágine de los días posteriores al estallido criminal de Hamás, una noticia eclipsada por el ruido abre alguna expectativa: la extrema derecha puede perder el poder en Polonia. Primer fallecimiento de la ola de autoritarismo democrático. Quisiera creer que es un indicio de cambio de ciclo.

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