Misiles de combate en una imagen de archivo.
20/03/2025
Periodista
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O un extremo u otro. Esto que ahora se llama polarización y que antes era blanco o negro. Y en blanco y negro, también. "Si llueve poco es la sequía, si llueve demasiado es el desastre", cantaba Raimon. Llueven retrasos, insolidaridad y negligencias en exceso, la cuestión es que alguien se ahogue, y siempre es quien pisa el barro. Llueve lluvia de la buena. Las restricciones se rebajan. Las mentes se relajan. Al menos la mía, que es poco aficionada a los desiertos. Pero queremos tender la ropa. Las sábanas y toallas, al menos. No hace falta ni la cara ni la camisa al sol, que para eso ya hay una legión, un exceso de nostálgicos recién nacidos que suspiran por un pasado de restricciones constantes, lo que ellos ahora, con el paso de los años, llaman libertad. Parecen más tontos, pero han sido más rápidos en robar las palabras. Y eso que no necesitan ni hablar. La violencia es silenciosa. Como el miedo. Y todo lleva cagarrinas.

Hace cinco años llovía sin cesar, había restricciones estrictas y comprábamos papel de inodoro por encima de nuestras posibilidades y nuestros culos. También bebimos alcohol en exceso y nos videollamamos tanto que ahora nos hemos dejado de hablar una temporada. "Embríaos de vino, de poesía o de virtud", cantaba Baudelaire, el poeta del exceso, y finalmente la borrachera será de misiles y de tanques, eso sí, made in Europe, que ya puestos a hacer el gasto que el armamento sea de kilómetro cero. De los tomates fuera de temporada ya hablaremos otro día. Armémonos, sobre todo, porque la industria armamentista necesita aliento, que es la hermana pobre de las artes de la guerra, pobrecita, estaba más abandonada que la danza contemporánea. Pero por suerte alguien con un exceso de sensibilidad ha puesto manos a la obra a la danza de la guerra y, por lo que pueda ocurrir, ya tenemos herramientas para bailar y, especialmente, para pelearnos. Los europeos hemos quedado para ir al súper el sábado por la tarde y hacer la compra conjunta de cañones y fusiles antes de que cierren. Y no nos dejemos las boinas de los uniformes, que favorecen tanto a un soldado como a un señor mayor fumando un caliqueño a la sombra de los veranos.

Hay restricciones de utopías. Se han quedado en una vía muerta y por encima les pasa un tren de la Renfe patrocinada por el gobierno de España, encargado de mantener a Catalunya a raya a base de fastidiar lo que consideran súbditos españoles, o sea, España se maltrata a sí misma. La catalanofobia les hace más independentistas que a los catalanes. El exceso de grisura que tenemos en el cielo es la misma que en el gobierno catalán, pero vete a saber si esta estrategia puede ser tan efectiva como la lluvia. En cualquier caso, siempre ganará la lluvia. Y que nadie sufra, que en verano ya hará sol y calor en exceso. Miremos las previsiones del Meteocat cada cinco minutos. Que la IA todavía no nos ha solucionado las conversaciones de ascensor y el tiempo sigue siendo un recurso histórico para situaciones incómodas entre humanos que funciona como un trueno. Nunca mejor dicho.

Los excesos de Musk han provocado la caída de ventas de sus coches, alguna quema en EEUU y una bajada pronunciada en bolsa. Da igual lo significativo para su imperio ya quien dé las culpas. La culpa es toda suya. Como su arrogancia. La alegría es nuestra. Por restrictiva que sea. Y qué envidia los dos astronautas que se marcharon por una semana y se quedaron nueve meses. Un exceso, sí. Pero esto es hacer realidad esa frase que utilizamos tanto en los viajes: "Esto es tan bonito que me quedaría una temporada". Y, bien pensado, ahora mismo el espacio parece un buen sitio. Aunque, para mi gusto, excesivamente mayor.

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