La extrema derecha de la calle y de las urnas
Más de 110.000 personas desfilaron el sábado por el centro de Londres en la manifestación de extrema derecha más numerosa que se ha visto en Reino Unido en décadas. La marcha antiinmigración, bautizada como "festival de la libertad de expresión", contó con la aparición sorpresa de Elon Musk, en videoconferencia, para apoyar a Tommy Robinson, el polémico activista convocante de la concentración, acusado de discurso de odio y de difusión deliberada de contenidos falsos. La marcha y los parlamentos se convirtieron en un desfile de teorías conspirativas, discursos racistas y sombreros MAGA, y el recordatorio constante de agravios políticos y sociales, amplificados desde ambos lados del Atlántico.
Musk centró su intervención en un nuevo ataque al primer ministro británico, Keir Starmer, la misma semana que tiene que entrevistarse con el presidente Donald Trump. Pero las palabras del magnate tecnológico advirtiendo a la multitud de que "la violencia se acerca" y de que "o contraatacas o mueres" han agravado aún más el encontronazo entre Musk y Downing Street. De momento, el curso político se ha estrenado con la enésima crisis interna en el gobierno y la demostración de fuerza ultra en la calle.
En un Reino Unido que ya ha vivido un verano marcado por el debate sobre la proliferación de banderas en el espacio público, la concentración del sábado fue una exaltación del esencialismo patriótico de una extrema derecha que ahora, además, cuenta con un Nigel Farage ganador. Reform UK, el partido del ideólogo del Brexit, se ha ido reforzando en los comicios locales y ya presiona para conseguir un adelanto de las elecciones generales, previstas para 2027.
Las urnas también favorecen a la extrema derecha alemana, que el domingo aumentó su poder local en el estado más poblado. Pese a los buenos resultados de la CDU del canciller conservador, Friedrich Merz, el apoyo a Alternativa para Alemania se ha triplicado en el land del Rin del Norte - Westfalia en solo cinco años.
En Francia, la crisis gubernamental y las protestas que se viven en la calle también auguran el inicio de una nueva era en el país, marcada no solo por el declive irreversible de Emmanuel Macron sino por la oportunidad que este descalabro representa para Marine Le Pen y su Reagrupamiento Nacional, que ya hoy es la primera fuerza en la Asamblea francesa.
La aguada cumbre de Vox de este fin de semana en Madrid es solo una anécdota en la ola ganadora que mantiene a la extrema derecha como la fuerza decisiva que va tras el poder vigente en buena parte de la Unión Europea. Pero es también el síntoma de otra realidad. Las redes globales de extrema derecha tienen tanto transnacionalismo como oportunismo.
La derecha radical practica una forma de "transnacionalismo selectivo", y sus líderes adaptan los discursos que cuadran con los contextos nacionales y esquivan lo que los diferencia. Porque a pesar de estas redes de cooperación flexible, eslóganes prestados, episodios de violencia –como el asesinato del líder del movimiento MAGA Charlie Kirk– que interpelan y movilizan a una parte importante de su electorado, cuanto más proliferan las fuerzas de derecha extrema más heterogéneas son entre ellas.
Pero, sin embargo, han logrado arrastrar el centro político hacia la derecha. "Es el mainstream lo que se ha radicalizado", resume el politólogo neerlandés Cas Mudde, que lleva años analizando el auge de la extrema derecha.
El efecto más directo de esta transversalidad es la normalización del discurso radical, pero también la consolidación de discursos y agendas que han acabado centrando el debate político y su efecto sobre las democracias.
La capitalización del crecimiento de los flujos migratorios y del discurso antiinmigración es uno de los factores que alimentan la popularidad de la extrema derecha, según el último informe del Instituto Internacional por la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), que, una vez más, constata cómo la representación política en todo el mundo ha caído hasta su peor nivel en más de 20 años. El estudio confirma también que Europa es la región en la que las garantías del estado de derecho han caído de forma más notable este último año. El efecto dominó de la fractura y las políticas que se están aplicando en Estados Unidos ha erosionado la democracia en algunos países del Viejo Continente.