El falso milagro madrileño
El mes de abril pasado, cuando todavía no teníamos ni una ligera idea de cómo nos afectaría la pandemia pero ya veíamos que los efectos serían devastadores, escribí en estas mismas páginas que, cuando dejáramos atrás esta crisis sanitaria, lo que quedaría de balance para la historia sería el número de muertos. El chorro de datos e indicadores que procesamos cada día para intentar entender dónde estamos y qué nos puede pasar quedará rápidamente olvidado, pero cuando expliquemos a las generaciones futuras cómo de dramáticos fueron los tiempos de la pandemia, lo resumiremos destacando los muertos que provocó. Como en cualquier catástrofe, esta acostumbra a ser la macabra unidad de medida.
Ahora que nos acercamos al primer año de pandemia y que los muertos ya se cuentan por decenas de miles, la frialdad de este dato también nos puede ayudar a entender si las diversas maneras de gestionar la situación han estado más o menos acertadas. Hacer este análisis no es sencillo, porque con demasiada ligereza se pueden comparar cosas que no son comparables o se pueden utilizar datos obtenidos de fuentes y metodologías diferentes que no nos permiten extraer conclusiones útiles.
Las comparaciones entre Catalunya y Madrid a menudo son odiosas, pero si hacemos un ejercicio desapasionado constataremos que tienen un volumen de población similar –7,65 y 6,75 millones de habitantes, respectivamente–, concentran el grueso de habitantes en áreas urbanas, tienen unas pirámides de edad iguales y disponen de unos recursos sanitarios y asistenciales equiparables, por lo cual podríamos concluir que la magnitud de la tragedia tendría que ser muy coincidente. Sin embargo, la realidad de la mortalidad por covid-19 en un lugar y en el otro presenta diferencias muy significativas y es razonable preguntarse por qué.
Con los últimos datos que publica el ministerio de Sanidad español, la Comunidad de Madrid ha registrado un 51,22% más de muertos por millón de habitantes que Catalunya. Desde el inicio de la pandemia, la aterradora cifra de muertos en Madrid ha sido de 12.479 y en Catalunya ha sido de 9.359, según la misma fuente. Esto significa que Madrid, con casi un millón menos de habitantes que Catalunya, ha registrado 3.120 muertos más.
Que nadie se piense que la comparación de estas cifras tiene por objetivo hacer una absurda confrontación de muertos. Poner de manifiesto estos datos tendría que servir para hacer un primer balance de la eficacia de la estrategia de la lucha contra la pandemia que han llevado a cabo el Govern de Catalunya y el de la Comunidad de Madrid.
Si por algún motivo inevitable habéis tenido que viajar a Madrid o habéis oído testimonios de gente que ha estado allí recientemente, la conclusión es que mientras que en Catalunya soportamos severas restricciones y limitaciones de movilidad, en Madrid está todo abierto y muchos restaurantes y espacios públicos están llenos a rebosar. A menudo, después de constatar esta realidad tan dispar y de comprobar que los índices de contagios o de rebrote son similares, es fácil que desde Catalunya nos quede la sensación de que somos unos pardillos porque nuestras autoridades nos piden unas renuncias inútiles mientras en Madrid todo es más fácil y se presenta la gestión de la pandemia como una especie de milagro donde sin pedir sacrificios a los ciudadanos se consiguen los mismos resultados. En la realidad, sin embargo, los datos dibujan un panorama muy diferente porque no se explica que el milagro madrileño ha comportado, hasta hoy, un cincuenta por ciento más de muertos por covid-19 en Madrid que en Catalunya.
Ciertamente, ningún gobierno puede presumir de nada en la gestión de una pandemia, porque todos han hecho cosas que se han demostrado mejorables. Pero, por alguna razón desconocida, del elevado número de muertos en Madrid nadie habla, cuando, con los datos a la mano, se habrían tenido que encender todas las luces de alarma para cuestionar una gestión que está resultando ser un desastre sin paliativos.
Mientras el gobierno de Isabel Díaz Ayuso habla del milagro madrileño, que no ha parado la economía a costa de alargar dramáticamente la lista de muertos, el Govern de Catalunya ha optado por tomar medidas drásticas para priorizar la salud de las personas, con el agravante de que se ha quedado solo a la hora de dar ayudas a los sectores más afectados porque el gobierno español, que es quien recauda más del 90% de los impuestos, se ha lavado las manos. Esta semana, el vicepresidente Pere Aragonès ha anunciado nuevas ayudas por valor de 618 millones, y ya suman un total de 2.825 millones de euros. Con las finanzas de la Generalitat castigadas por un déficit fiscal inaceptable, poder ayudar a todos los que lo necesitan sí que sería un milagro.
Carles Mundó es abogado y ex conseller de Justicia