Nos hace falta más oferta matemática
El tejido de empresas tecnológicas es hoy uno de los puntos fuertes de Barcelona. Según Atomico, una consultora, en 2021 ha recibido inversiones que la sitúan en séptimo lugar en Europa, después de Londres, Berlín, París, Estocolmo, Amsterdam y Múnich. Es cierto que Londres recibe 12 veces más inversiones. Pero en una mirada larga el hecho nos da opciones estratégicas. Por ejemplo, el peso creciente del Mediterráneo y de África -según Eurostat, en 2100 un tercio de la humanidad vivirá en África subsahariana- proporcionará centralidad en el sur de Europa. En esta perspectiva podemos estar muy posicionados para convertirnos en puerta de Europa hacia unas economías africanas crecientemente dinámicas.
Una, a menudo expresada, debilidad que podría asfixiar el desarrollo del ecosistema tecnológico barcelonés es la dificultad para encontrar personal cualificado. Hay que decir que la queja está presente por todas partes donde hay ecosistemas en expansión. Una reacción posible es la de Biden: “¿Has probado -le dijo a un empresario quejoso- de ofrecer un sueldo mejor a quien quieres contratar?” Aquí y allá la respuesta viene a ser: me gustaría pero esto me forzaría a aumentar precios y perdería competitividad. Y sí: nuestra competitividad ha contado históricamente con el factor favorable de salarios bajos en relación a los de nuestros competidores. Somos grandes exportadores de automóviles por esta razón, y por la fortuna de haber atraído las multinacionales del ramo antes de la expansión de la UE hacia el este. Ayer competíamos con salarios bajos de trabajo no calificado, pero como nuestra aspiración es generar una economía bastante productiva para permitir ir aumentando los salarios reales, sabemos que esto no lo podremos continuar haciendo. Ahora bien: pasaremos a competir con salarios comparativamente bajos por trabajo cualificado y técnico. Tenemos un entorno físico, cultural, social, de seguridad, de pertenencia a la UE, que nos ayuda a retener y atraer un talento dispuesto a sacrificar opciones salariales mejores. Pero todo tiene un límite. El atractivo específico del lugar no es una ventaja exclusivamente nuestra. La China tiene ingenieros muy buenos y dispuestos a trabajar -quizás porque no tienen ninguna otra opción- por salarios que de media son inferiores a los nuestros (excepto, creo, en el segmento de excelencia máxima). Garantizar la relación pericia /salario que en cada momento nos permita competir adecuadamente no se podrá basar en contener salarios indefinidamente, puesto que perderíamos pericia y competitividad. Nos tenemos que hacer a la idea de que estamos en un periodo de transición que tiene que llevar a sueldos más altos. Si vamos demasiado rápido seremos demasiado caros para competir, pero si vamos demasiado lentos no dispondremos del personal que necesitaremos para hacerlo.
En la lista de factores locales que influyen en la determinación de una relación pericia /salario favorable a nuestra competitividad, añado otro: la existencia de un entorno formativo dinámico, extenso y de calidad. Si lo tenemos, facilitamos la retención y atracción de talento que, una vez aquí, desarrolla vínculos y propensión a fijarse. Dos observaciones:
1. Ha sido crítico que el ecosistema innovador se haya podido alimentar de perfiles técnicos proveídos por una variedad -más de una docena- de academias no regladas, u homologadas en otro país, que ofrecen cursos de programación con flexibilidad y un espíritu práctico. Muchas son en los alrededores del 22@. Tanto la formación profesional reglada como las universidades han estado lentas a la hora de reaccionar a esta necesidad. Nos haría falta mucha más iniciativa de una y de las otras.
2. Las universidades producen titulados de calidad en el ámbito STEM (science, technology, engineering and mathematics ). El tejido económico, incluidas las multinacionales, lo aprecia. Pero haría falta que produjeran más. Se está haciendo un gran esfuerzo por generar interés por los grados correspondientes. Especialmente entre mujeres. Su presencia está todavía lejos del 50%. Así mismo, todas las universidades disponen, poco o mucho, de grados en ingenierías informáticas o de telecomunicaciones. Pero tenemos una carencia importante en matemáticas. La estructura actual -solo tres universidades las ofrecen- todavía es heredera de un mundo en el que la carrera profesional de un matemático se reducía a la docencia. Esto ha cambiado radicalmente: hoy es uno de los grados más transversales y más deseados por la economía. No tiene sentido limitar la oferta. Navegad por las webs de países con demografía y ambición similares en nuestra -Finlandia, Dinamarca, Israel- y veréis cómo la norma es que todas las universidades ofrezcan grados en matemáticas.